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Antonio Ocaña y Ocaña
30.08.09 - Escrito por: Vicente Rafael Moreno López
Así se llamaba un gran egabrense del que los lectores de la Opinión, en general, pueden tener pocas noticias. Y fue un gran artista en una disciplina tan dificil y escasa como es el canto.
Es verdad que hay muchos cantantes líricos, pero también lo es que pocos llegan a alcanzar fama internacional como la que alcanzó nuestro paisano Ocaña.
En nuestro pueblo, fundamentalmente alrededor del Centro Filarmónico, hubo siempre y hay ahora, excelentes intérpretes del bello canto. Casi toods aficionados, aunque algunos de ellos recibieron y reciben en la actualidad enseñanza en el Conservatorio o en Academias de reputados maestros.
Ligado de por vida a la Música a la que llegué de la mano de mi buen padre, oía de sus labios noticias y datos sobre cantantes egabrenses, algunos de los cuales conocí, y que deleitaron a los aficionados de su pueblo con su arte.
Los hermanos Cruz Ulloa, Luis Felipe y Antonio, Rafael Lama Espinar, José González OPrados, Conchita Bonilla, María Gómez, Sierrita Salamanca, ANtonio Luna Simeón, Francisco González Prieto (Villalón), Lorenzo Moreno Ravé, Carmelita Moreno Vázquez, Carmela Rodríguez, Paqui y Alfredo Martines Rojano, Beatriz Molina, Antonio Roldán Molina, María José y María Dolores Villatoro Campaña, Tere Moreno Rueda, José Manuel Rodríguez, Leonor Serrano, Cecilia Fernández Espinar...
Recuerdo a todos, porque todos fueron y son importantes en el ejercicio de esta bellísima actividad.
Quiero aludir hoy especialmente a Ocaña, así se le conocía en Cabra y así lo seguimos llamando los que hoy lo recordamos.
Antonio Ocaña nace en Cabra a finales del Siglo XIX. Después de unos cortos estudios primarios - siempre era así para los humildes - , trabaja como artesano y destaca siempre en reuniones y fiestas por su fuerte y bien timbrada voz. En esas fiestas y reuniones interpreta canciones populares, zarzuelas y a veces se atreve con piezas conocidas de Tosca, la Traviata, el Barbero de Sevilla o Rigoletto.
Como otros artistas egabrenses, en su primera juventudo, se marcha a Madrid en busca de fortuna. Allí trabaja y estudia hasta adquirir la mínima preparación académica para comenzar su vida profesional.
Con dotes artísticas notables y voz excepcional, consigue, exclusivamente por sus propios méritos, ser becado para continuar estudios.
En los años treinta actúa en Madrid en la Sala Rex y en los teatros Zarzuela, Apolo, Coliseum y Real, con comentados éxitos. Trás ellos, realiza su primer viaje a América, paseando su arte por las más improtantes ciudades de aquel continente.
Vuelve a su pueblo y se relaciona con la señorita Remigia Concepción Ortiz Calvo, con la que contrae matrimonio. Regina Concepción es hija de D. Antonio Ortiz Prieto, Procurador de los Tribunales y notable aficionado a la Música, el Teatro y la Pintura.
Amplió estudios en Italia y allí permaneció varios años con actuaciones en famosos escenarios como el Scala de Milán.
Los triunfos obtenidos lo relacionan con los artistas del momento. El Maestro Amadeo Vives escribe para él la zarzuela "La Villana".
Es muy frecuente en este tiempo que los compositores, conocidas las condiciones artísticas de los cantantes, preparen para ellos determinadas obras.
El Maestro Moral León, contemporáneo y amigo del tenor egabrense, escribe para él la difícil plegaria "Oración a María".
La actuación que he citado en el Real de Madrid, la realizó, entre otros, con Miguel Fleta y Emilio Sagi-Barba. Después, juntos también, lo hicieron en el madrileño Círculo de Bellas Artes.
Representó zarzuelas y óperas con éxitos siempre muy celebrados y comentados. Sin embargo, él se complacía especialmente al representar Rigoletto, la Revoltosa, el Dúo de la Africana y el huésped del Sevillano.
Los periódicos españoles de aquella época están llenos de elogios para el tenor egabrense. Lo aplaudía todo Madrid.
Su calidad artística movió al Maestro Moreno Torroba, a contratarlo para actuar en el Teatro Colón de Buenos Aires, centro mundial, entre otros, para representaciones con buenos cantantes.
Hasta julio de 1936 actúa en Madrid y provincia. La llegada de la Guerra Civil lo priva de hacer una película, en la que sería el protagonista, cuyo rodaje había comenzado antes de la citada contienda.
Las relaciones con sus paisanos en Cabra son constantes. Visita la Ciudad con cierta frecuencia en la que recibe constantes muestras de cariño y numerosos homenajes. Siempre que venía se relacionaba con sus amigos del Centro Filarmónico con los que colaboraba en celebraciones de Santa Cecilia o en despedidas a la Santísima Virgen de la Sierra en octubre, la noche anterior de volver a su Santuario.
Los egabrenses se extasiaban al oírle la Oración a María del Maestro Moral o la plegaria los Tres Amores de Álvarez.
Al comienzo de los años cincuenta, se le ofrece un nuevo viaje a América que no puede realizar.
Su arte extraordinario y esas dotes excepcionales de las que he hablado presagiaban un porvenir de muchos y extraordinarios éxitos, pero la guerra civil, repito, fue para él una pesada losa que le privó de conseguirlo. Finalizada la guerra, viene a Cabra en 1939 y un grupo de amigos le ofrecen un homenaje el 29 de septiembre.
El 10 de octubre volvió a Madrid. Tres días antes, en la Parroquia de la Asunción y Ángeles, cantó en la despedida que el Centro Filarmónico dedicó a la Patrona.
De nuevo en 1946 viene a Cabra. En el Instituto Aguilar y Eslava se organiza un concierto el 2 de septiembre. Actúan con el Rosa Fernández Arroto, pianista, los violinistas Manuel Santamaría Cabello y Manuel Moral Espejo. A Ocaña lo acompaña al piano el Maestro lucentino Juan de Mata Varo. Interviene también la Orquesta del Filarmónico que dirige el Maestro Rodríguez López.
El tenor, que es la principal atracción del concierto, interpretó sus obras "con voz robusta, extensa y llena de insospechados matices, se prodigó en agudos impecables, triunfando como en sus tiempos del Teatro Real de Madrid y el Colin de Buenos Aires" (según las Crónicas de la actuación en periódicos locales).
Su programa fue variado y muy del agrado del público asistente que había pedido de antemano que se incluyeran en él algunas composiciones que Ocaña, en celebraciones con amigos y otros actos, había interpretado:
- ÓPERA.- Adiós a la vida de Tosca
- ZARZUELA.- Romanza de Leandro de la Tabernera
- CANCIONES CLÁSICAS Y DEL MOMENTO.- Te quiero, dijiste Adiós a Nápoles, Ven a mí, Lamento Gitano y Amapola.
El público insistió con entusiasmo y el artista ofreció a petición de muchos de los presentes, Éxtasis, comosición de Federico Chopin.
Fue un luchador nato al que la vida le negó el reconocimiento mundial que como extraordinario cantante merecía.
En 1955 llega de nuevo a Cabra y como siempre da un concierto, su última actuación, en la festividad de los Reyes Magos. Dos días después, sus muchos amigos y numerosísimos paisanos lo acompañaron en su sepelio al Cementerio de San José.
No fue Cabra generosa con su universal paisano al que ni siquiera se recuerda en la rotulación de una calle.
Después de más de cincuenta años de su fallecimiento, todavía es tiempo de recordarlo y homenajearlo.
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