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A propósito de una foto de Juan Valera en Washington

15.03.24 - Escrito por: Antonio R. Jiménez-Montes

En la conferencia ofrecida por el doctor Ruiz Morales sobre Dionisio Alcalá-Galiano y sus contribuciones científicas y cartográficas el pasado 14 de marzo en la biblioteca de nuestro histórico Instituto y Fundación Aguilar y Eslava, se presentaba una curiosa foto, muy poco conocida, en la que aparecía Juan Valera.

Me llamó la atención que en la introducción de esta interesantísima conferencia organizada por la Asociación Cultural Dionisio Alcalá-Galiano, una de las primeras referencias del ponente fueran a Valera. No es de extrañar, también es verdad, que quienes nos visitan hagan alusión a muchos de nuestros y nuestras próceres, entre los que se encuentra Juan Valera. Pero si es cierto que lo hacía en alusión a un hito de singular relevancia como es la fijación del meridiano cero y que tuvo lugar en octubre de 1884 en Washington D.C. Y mostraba una interesante fotografía, apenas conocida, en la que parece nuestro don Juan.

Se da la circunstancia que Valera, en ese tiempo, era embajador y ministro plenipotenciario de España en los Estados Unidos de Norteamérica, un cargo que ejerció desde enero de 1884 al mismo mes de 1886, cuando tuvo lugar el luctuoso hecho del suicidio de Katherine Lee Bayard en la legación española en Washington.

Consta que Valera llega a esta embajada por una cuestión económica. Esta motivación para justificar que Valera, con casi sesenta años «acceda al cargo diplomático que le lleva a Estados Unidos, ejerciendo una actividad que había desempeñado anteriormente en diversos lugares del mundo» la deja clara Antonio Cruz Casado al afirmar que «es una cuestión simplemente económica, crematística, un caso más de su flagrante sindineritis crónica, como él comenta donosamente en varios lugares de su epistolario» (Cruz Casado, A. "Katherine Lee Bayard y Juan Valera: un amor desdichado (Las cartas de Kathleen Bayard a Valera)".

Pero la cuestión a la que nos queremos referir es haber conocido esta fotografía y la circunstancia en la que tiene lugar. Se trata de la Conferencia Internacional del Meridiano, una reunión que tuvo lugar en Washington en octubre de 1884 y en la que 25 países fijaron que el meridiano cero a partir del cual se miden las longitudes en el Planeta pasaría por el Observatorio de Greenwich, en Londres. Se presentaron tres propuestas, el llamado meridiano internacional que pasaba por la isla de El Hierro, el meridiano del Observatorio de Paris, que era el que utilizaba Francia en sus cartas, y el meridiano del Real Observatorio de Greenwich, mandado construir por el rey Carlos II en 1675. El imperio británico se encontraba en pleno esplendor y ello hizo que la propuesta inglesa fuese la que saliese adelante. España, representada por Juan Valera, apoyó esta última, rechazando las otras opciones e incluso la de establecer el meridiano cero en la isla canaria de El Hierro.

Un hecho de tal relevancia no pasó inadvertido en la correspondencia de Juan Valera y en la carta que el 2 de octubre de 1884 escribe desde Washington a Francisco Moreno Ruiz, deja constancia de la reunión:

«El 1º de octubre, ayer, empezó aquí un congreso internacional del que formo parte, como delegado de España. Va a ser o está siendo ya muy curioso el tal congreso, porque están en él representados todos los pueblos de la tierra, hasta los japoneses. Se hablará en dos lenguas, en inglés y en francés. Tratamos de fijar un meridiano donde se suponga el origen del tiempo y sea el punto de partida para medir la longitud, y determine la hora cosmopolita, o bien cuando sea allí media noche o bien cuando el sol culmine allí. Claro está que además de los diplomáticos, hay astrónomos de todos los países en este congreso: de España hay dos, de Rusia, dos, de Inglaterra, cinco, etc. etc. etc.

A los relojeros se les podrá dar la enhorabuena, si llegamos a legislar. La hora cosmopolita se empleará en ferrocarriles y telégrafos, y todos tendremos que comprar relojes que marquen las dos horas, la local y la cosmopolita. En fin, allá veremos. El tal congreso va a ser cosa divertida»

Algunos días después, el 6 de octubre, escribe a su hijo Carlos - el primogénito que falleció en junio de 1885 a los 16 años - y le decía:

«Aquí tenemos un congreso diplomático-astronómico-marino para fijar un solo meridiano; pero me temo que no hagamos nada porque los franceses protestan y chillan y no se conforman con que haya otro meridiano inicial común que no sea el de París. Esta vanidad y el furor que de ella nace son verdaderamente cómicos».

También a su hija Carmen, su «querida Carmencita», escribe el 12 de octubre y no deja de comentarle «Ahora tenemos un congreso diplomático-científico, sobre el meridiano, del que formo parte como delegado de España y en el cual, aunque rabio a veces, me río y me divierto más a menudo».

El día de su sesenta cumpleaños, el 18 de octubre de 1884, escribe de nuevo a su hijo Carlitos (hay que decir que su sobrino Juanito estaba con él en Washington) y le comenta que «para celebrar mi cumpleaños, tengo hoy convidados a comer a todos los de la Legación, que no son pocos» y además le cuenta que ha invitado al «ministro de Portugal, vizconde das Nogueiras y un Sr. Pastorín, oficial de marina, que han enviado aquí, como sabio, para el congreso del meridiano inicial común, y que, si no es, en mi sentir, un sabio de grueso calibre, es un buon compagno, en toda la extensión de la palabra».

Y es en esa carta del 18 de octubre cuando habla de la foto que comentábamos al principio:

«Todos los sabios y diplomáticos de las conferencias sobre el meridiano inicial hemos ido a ver al Presidente, y luego, en el mismo Palacio o Casa Blanca, como aquí la llaman, nos han retratado a todos en grupo. Ya te enviaré un ejemplar de esta fotografía, que sin duda el Presidente nos reglará. Para obsequiar también a los del congreso, nos llevaron ayer por el río Potomac, en barco de vapor, a visitar el monte Vernon, donde está el sepulcro y casa de Washington».

Como curiosidad en esa misma carta desea que salgan bien de los exámenes que debían cursar en el Instituto de Cabra tanto su hijo Carlos como Luis y le pide que se diviertan mucho, «contadme vuestras aventuras, correrías y diversiones».

A su mujer, Dolores Delavat, escribe el 24 de octubre y al recriminarle que no recibe cartas suyas desde «hace un siglo», no muestra extrañeza pues «se tu pereza y veo que has tomado la costumbre de escribirme de mes a mes». Hace alusión a la conferencia del meridiano y dice: «Aquí hemos tenido unas conferencias o congreso de diplomáticos y de sabios donde se ha disparatado mucho a mi ver, acerca del meridiano inicial común».

Una carta más, esta vez a su hijo Luis, del 27 de octubre, muestra cómo el propio Valera reitera la razón de su misión diplomática: «Yo aquí me aburro bastante y sólo estoy aquí por razones económicas. A nos ser por ellas estaría metido en Cabra». Y vuelve a preguntarles si se han examinado en el Instituto de Cabra. En la carta parece indicar que la reunión científica ha terminado:

«Dentro de pocos días volverá a España el oficial de marina Pastorín, que vino aquí para el congreso del meridiano. Con él enviaré la fotografía de todos los diplomáticos y astrónomos que hubo en el congreso. Veremos si puedo enviar alguna cosa más de por aquí, que sea curiosa».

Esa foto es la que mostraba el doctor Ruiz Morales y ha servido para entresacar estas notas, tomadas casi a vuela pluma, para que sean las palabras del propio Valera, sacadas de su epistolario, las que nos den razón de su origen y nos explique cuándo y dónde se tomaba.

Valera no dejaba atrás un comentario sobre «la afición a fotografiarse y a fotografiar» que tenían los norteamericanos y que según decía a su hijo Luis en otra carta (24-11-1884) «raya ya en manía». Aunque pronto le sacará gusto pues apenas unos días después afirma «nada más realista que una fotografía». (A Narciso Campillo, 27-11-1884).





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