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EPOPEYA. Al lado de la vida.
29.09.08 | Eduardo J. Luna Arroyo
1, 2, 3, 4 y 5 ¡!bang!!, ¡¡bang!!. Fueron las últimas palabras de Billy Wilkinson antes de irse para siempre y dejar una herencia de lágrimas a las puertas de la vida y un cigarro mal apagado en la puerta de su último sueño. A veces las crónicas son difíciles de escribir y difíciles de digerir, porque casi siempre llevan un espacio de sutileza dramática que emerge del mismísimo corazón. Billy llevó una vida concurrida, dónde las malas amistades eran las mejores. Él era de esos policías que en el más estricto silencio llevaba una armadura de caballero errante por los pasillos de los delincuentes, traficantes, prostitutas, drogas, asesinatos, violencia de género.
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A MI JUSTA MANERA: Feligreses gili.....
28.09.08 | José Manuel Jiménez Migueles
Perdón, pero no cabe más en el titular, que mejor diría: "Como egabrense, pseudofeligrés, cofrade, amante de mi patrimonio, participante en las actividades organizadas por la Comisión y espectador crítico de los hechos, considero haber hecho el gilipollas en la recaudación de fondos destinados para remodelar la Parroquia de los Remedios"
Y todo viene a raíz de leer en el ABC de Córdoba que el Obispado sufragará los gastos de remodelación de la cordobesa ermita del Socorro, unos 400.000 euros de nada que la querida institución episcopal ha tenido a bien gastarse en la restauración de esta pequeña ermita de la Corredera a pesar de que ya se había recogido mucho dinero por parte de muchos devotos.
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EPOPEYA. Maquillaje en blanco.
18.09.2008 | Eduardo Luna Arroyo
El color de la noche era tan cruel como un oasis en el desierto. Era una visión cosmopolita del quehacer mundano de unas gentes gastadas, heridas, distorsionadas, quebradas por el rayo de sus problemas y doblegadas por el placer de sentirse queridas aunque sólo sea viendo al presentador del noticiario de las ocho en la cadena estatal. Así es la vida de Carrie Queen. Ella piensa, que su perro le ladra por lo bella que es y no cree jamás que sus ladridos como los de un vagabundo sean por hambre y desdicha. A ella la conocí una madrugada lluviosa antes de bajar a la estación. Yo salía y el destino quiso que Carrie tropezara y cayese justo a mis pies, mientras su mayordomo leía el letrero de la última edición de PlayBoy. Ella me miró a los ojos y vi en su mirada el reflejo de una piel desgastada por el maquillaje abrasador, un alma que retrocedía a su niñez en cada gesto, un blanco pidiendo auxilio para salir a la luz, una historia castigada por la imagen exterior. Sólo me dijo.- ¡!Apártese o es que no ve que no puedo pasar!!. Como un caballero la ayudé a levantarse y le di una tarjeta por si algún día deseaba concretar una entrevista a solas y contar su vida, la vida de una de las mujeres más ricas y más solas de la ciudad. Me miró con repugnancia y despreció incluso mi ayuda. Aquel gesto me motivó a seguir observándola. Era un prototipo de mujer imagen. Tiene cincuenta años y su piel parece la de una chica de veinte. La diferencia es que su piel huele a cosmética y la de una chica de veinte años huele a pasión y rebeldía.
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Mi apoyo a la Alcaldesa
11.09.2008 | José M. Jiménez Migueles
Por fin llega el esperado momento del Pontifical en honor a María Santísima de la Sierra en el que se celebrará, ni más ni menos, que el 100 Aniversario de su proclamación como Patrona y el 50 Aniversario de su proclamación como Alcaldesa Perpetua de la ciudad de Cabra. El acto, como no podía ser menos, ha acaparado gran parte de la información cofrade de toda la provincia de Córdoba y de muchos núcleos de Andalucía. No podía ser de otra forma ya que, si algo distingue los actos extraordinarios de nuestra Patrona es la multitud que suele aglomerar con una facilidad pasmosa. Y he ahí una de las grandes relevancias de la imagen que representa a María Santísima de la Sierra: su capacidad de mover, y conmover, a las masas.
Así pues, su capacidad de convocatoria está fuera de toda duda. Así como su capacidad de conmoción. Y la de ilusión, también. Hasta capacidad de unión tiene, la Señora. Vivan un día 4 y sabrán de lo que les hablo. Viejas que lloran, niños que saltan, hombres que derraman sangre, sudor y lágrimas por compartir un varal con personas a las que sólo ven año tras año, pero que son como hermanos. Y es que cuando el 4 a las 4 las campanas anuncian que, un año más, se cumple uno de los grandes ritos del egabrense, algo transforma un pueblo generalmente apático en un pueblo entregado a una causa. Y eso no hay quien me lo discuta
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El día del Egabrense...¿hambriento?
09.09.2008 | Felipe Osuna Manjón-Cabeza
Resulta muy triste observar que en un acto de homenaje a todos los egabrenses que se encuentran distantes de esta tierra, que la llevan en el corazón pese a la distancia, acudan otros egabrenses -que lo más lejos que se han desplazado a lo largo del año sea para ir de compras al Carrefour e incluso, a Fuengirola o Torremolinos, este verano- para dar la nota por encima de todo.
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40 minutos más (última estación)
31.08.2008 | Eduardo Luna Arroyo
Los Tyler se abrazaban al cuadro de su hija en el hall mientras le quitaban el polvo con tal delicadeza que hasta me hicieron recordar el último beso que me dio mi madre antes de subir al último tren que la llevo a los brazos de un estúpido secretario de la embajada española que la invitaba cada noche a ver la película de su vida de cenicienta. No nos quedaba tiempo. Cuatro puntos vinculados y distanciados en el tiempo. La vida recién sembrada, la vida recién sembrada? Me preguntaba insistentemente. Cogimos el coche y partimos ciudad abajo hasta el sur, dónde las guarderías eran como zoológicos y eran los niños los que dejaban a los padres para educarlos. Allí nadie nos daba pistas ni paradero alguno sobre Sara, la búsqueda está en nuestro interior? Maldito seas mil veces mil, Hyde. La vamos a encontrar, pero el tiempo corría en nuestra contra y no sabíamos lo que iba a pasar en cuestión de veinte minutos agotadores. Al llegar a la guardería, la única pista hasta el momento, vimos que no había nadie en su interior, las luces apagadas, el timbre desconectado y todas las persianas abajo. Unos tipos que había en los alrededores nos dijeron a cambio de unos dólares, que despintaban tristeza en los bolsillos de Michael, que un tipo bastante raro y misterioso llevaba a una niña de la mano paseo abajo y decía que era su nuevo papá. El tiempo se agotaba y las ideas no fluían. Un escalofrío recorrió nuestro débil cuerpo cuando la madre de Sara vio una pulsera de su hija al lado de una toma de agua cerca de las viviendas marginales del sur de la ciudad. Buscamos y buscamos, preguntamos a todo el mundo, incluso un pobre viejo sin canas nos dijo dónde encontraríamos a la pequeña y nos describió a la perfección a Hyde.
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A mi vecino de arriba
25.08.2008 | Felipe Osuna Manjón-Cabeza
Cabra, 24 de agosto de 2008
Querido bloguero que escribes a tu justa manera, quisiera felicitarte con estas líneas por haber decidido asomarte de nuevo a tu ventana, aquella que apedrearon vilmente hace cinco meses gentes de barro y caña. Desde tu retiro, el panorama general ha ido mejorado en las formas, pero no en el contenido. Este pueblo sigue igual de parado que entonces. Ya te dije en alguna ocasión que llevábamos sin publicar noticia alguna sobre la creación de empresas de gran calado en esta ciudad, antes villa, desde abril de 2007 y hasta el momento, todo sigue igual. Sabes de sobra que nuestros parques envejecen a la velocidad del viento como presos de un conjuro maligno, mientras que el hada del bosque sigue sumida en un mundo imaginario donde todo es utopía y nubes de algodón. Aquí, en el suelo, la realidad es bien distinta: árboles podados como si fueran camino del aserradero, hierba de 20 centímetros para que paste el ganado, basura y más basura en un parque al que el siglo XXI le está viniendo largo. Gentes esquivando jaramagos de gran altura que florecen en las aceras, chavales en el Paseo huyendo de ratas como conejos, pulgas desfilando por el adarve de la Villa y veintunamil historias más para poder afirmar que Cabra avanza en el protocolo pero retrocede en calidad de vida.
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Llega Septiembre, al fin
23.08.2008 | José M. Jiménez Migueles
Llega septiembre. Y con él la savia nueva del egabrensismo. Por vez primera, muchos jóvenes se suben a las carrozas que siempre han visto desde la acera, muchos apuran las horas de feria aguantando hasta el tope horario que han puesto en su casa. Son ellos, jóvenes de 13, 14 o 15 años los que poco a poco van dibujando todo un óleo de formas que, con el paso de los meses, se convertirán en la rutina de nuestro pueblo. Siempre en la calle, a uno le da la sensación que conoce a muy poca gente cuando pasea por la plaza, o en el paseo, o en los pubs de la noche. Son cada vez más jóvenes los que toman nuestras calles, los que acompañan nuestros pasos, los que conviven con nosotros, en definitiva.
Y septiembre es la explosión. Fajín rojo y camisa blanca, con cualquier vaquero. Esa es la seña de identidad que a todos iguala los días 4 y 5 de septiembre, cuando un carrusel de carrozas culmine el tradicional desfile del primer gran día de feria. Ellos son la base de nuestro futuro y, como tal, deben de comenzar a conocer lo genuino de nuestra tierra en algo que de verdad les hace disfrutar, la Feria de Septiembre.
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40 segundos
18.08.2008 | Eduardo Luna Arroyo
Reconozco que ese tipo no me gustaba, una de aquellas noches en las que bajé a Epopeya, Freddy Scout, un viejo conocido de esa cárcel iluminada a oscuras bajo tierra como es nuestra estación vital, estaba cenando el postre que habían dejado en la basura los dueños del Hotel Santana mientras contaba, como si de una historia de terror se tratase las malas artes de Richard Hyde. Este individuo llegó a la ciudad empujado por los guardias de seguridad de la última guardería de niños ricos que había al otro lado del puente, después de haberle contado a un de aquellas niñas, Jessie, un cuento para no dormir con la mano entre sus piernas. Estaba acusado de destrozar la dulce vida de niñas y niños amparado en las manos de un maldito abogado que defendía sin escrúpulos a este ser mundano y cruel. Me senté en un banco de Epopeya a esperar el metro que nunca llegaría y comencé a leer la prensa de la semana anterior, porque esta sólo había traído malas y decepcionantes noticias, entre ellas que Greta Brown instó de nuevo a sus jueces para que cerraran el dulce hogar de los nuestros. Entusiasmado con las viñetas, noté como alguien se sentaba a mi lado, no pegado a mí, pero si a mi lado. Volví la mirada y vi los ojos del placer incontrolado, era Hyde y estaba conmigo, sin respiración seguí leyendo y a los diez segundos comenzó a cantar una nana con una voz que helaba la sangre, “ya está encerrada, la niña está encerrada, sólo quedan 40 minutos, 40 minutos, 40 minutos…..”
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Tonos grises sobre azul (un caso más).
01.08.2008 | Eduardo Luna Arroyo
A través de la lente sucia de sus gafas de lejos, Roxanne, soñaba con los ojos abiertos un nuevo despertar después de la última sobredosis que la condenó al suicidio cerebral. Los titulares de aquel fatídico miércoles en todos los diarios, anunciaban la necrológica de una mujer viva abrazada en la cama del mejor hotel de cinco estrellas para ella, el hospital Saint Vincent. Roxanne era una chica call de 22 años desamparados de vida, absorbidos por el absurdo cuento de hadas de las drogas, la prostitución y el alcohol de las calles de la ciudad más negra. Recuerdo verla subirse a coches de lujo a altas horas de la mañana y volver de madrugada cuando el olor nauseabundo de los hombres y mujeres que la contrataban corría levemente por sus hombros sin despojarse el abrigo de 3000 dólares que le había regalado el jefe del mayor grupo de comunicación de la metrópoli, Leonard Simpson. Todos hablaban de ella, incluso su madre ciega de corazón, preguntaba en la calle si alguien había visto alguna vez el color dulce de su hija que nunca volvió a casa después de comerse el último pastel del día de navidad. Roxanne, después de jugar y arriesgar su identidad caía sin control en el oscuro abismo de la corrupción del alma y la inconsciencia. En esos días salió a la luz una noticia que todos esperábamos en la ciudad, Simpson, estaba metido hasta la cejas en el manantial del tráfico de armas, drogas y corrupción política. Los diarios ardían en las manos de la gente, todos esperaban que ese tipo desalmado y sin escrúpulos, cayera sin paracaídas desde su metro noventa de altura a los tacones de la justicia.
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