|
Esperanzas
01.01.14 - Escrito por: Araceli Granados Sancho
Es el hombre animal de esperanzas. ¿Qué habrían hecho aquellos señores feudales contra el sarraceno, si no hubieran tenido esperanzas? ¿Qué habría sido de los alemanes después de la Segunda Guerra Mundial sin esperanzas? ¿Qué de los colonos llegados en tantas épocas a los nuevos territorios yermos, para hacer una vida sabida no próspera al principio, sin esperanzas? Y hoy, siendo el día que es, Nochevieja, siendo animales temporales hasta la raíz (acuérdese el lector de cómo Heidegger nos dijo que el tiempo atraviesa la condición del hombre hasta darle identidad), piensa uno en que mañana será un nuevo año y que todo va a ser distinto, aunque en el mismo fondo uno sepa que seguirá igual.
No basta, es verdad, ver a Rajoy en la rueda de prensa pasada, diciendo que el año que viene es el año de la recuperación, amén de otras justificaciones que no conforman a nadie. Por más que uno mire alrededor, los españoles sabemos que nos vienen trabajos precarios, precios altos y, como consecuencia, empobrecimiento irrefrenable.
De seguro que estos días en su casa, después del segundo plato, se habla de política, mientras la "mater familias" sube la voz por encima de los comensales, constructores de mundos paralelos a éste, para avisar: "aquí no se habla de política", percibiendo con mucha sabiduría que se abrirán vías dolorosas en los sentimientos individuales que la comida y la compañía mutua habían cerrado. Pero, ¿quién va a hacer caso a la madre cuando lo que está en juego es ser el director de la orquesta durante unos minutos? Cada uno subraya o acusa el trabajo de nuestros representantes políticos y todos piensan que se podía hacer mejor. En el hogar de cada uno de los sentados a la mesa, en donde somos nosotros gobernantes, también se puede hacer mejor todos los días. La gran diferencia en este ámbito es que los dineros son de cada uno y las consecuencias llegan pronto al zaguán de la casa cuando la gestión es muy mala.
No hay conciencia de que el dinero público es un dinero de todos, ni de que es nuestra garantía para el futuro. Con estas ideas, el robo, el enchufismo, la falsedad... se extienden como un cáncer, desde el mismo ciudadano que maneja sus propios ingresos hasta las esferas más elevadas, sin que la justicia frene tamaño crimen contra los ideales nobles y buenos, que ya uno no ve ni en los jueces, ni en las monjas, ni en los profesores, ni en las personas que antes sentían vergüenza de relacionarse o parecer gentes deshonestas y viles en estos extremos. Y en este ambiente de sálvese quien pueda y como pueda, donde todo vale, queremos usted y yo que nuestras promesas de futuro, nuestros bebés y nuestros niños, y aquellos más cercanos a la edad de vida propia, nuestros adolescentes, sean hombres de ideales y proyectos filantrópicos, de grandes esfuerzos y todo aquello que usted dice que quiere para sus hijos y sus nietos. Pues yo le digo que demasiado bien va la cosa, criándose en el ambiente cainita en el que viven.
Y, volviendo a las comidas de Navidad, hay quien dice que no somos Grecia y queda aliviado. Tampoco nunca fuimos Marruecos, que tan cerca lo tenemos (país al que considero irresistible por algunos aspectos de su cultura), pero de donde yo me fui hace tiempo de las listas de profesores interinos, porque los profesores españoles que vamos a trabajar allí no teníamos seguridad social en los colegios para la clase media-alta del país.
Para cerrar, de poco bueno se puede hablar, porque nadie está ciego ni sordo, ni estamos tan enfermos como para creer otra cosa distinta a la que experimentamos, como si estuviéramos en una novela kafkiana. Pero sí tenemos esperanzas y, algunos, mucha paciencia que nos salvaguardan del desaliento tan hondo que no nos permita seguir, y eso nadie nos lo puede arrebatar. Esperamos que sea el combustible del cambio que comienza con nosotros.
Feliz Navidad a todos, con especial énfasis a los enfermos.
|
|
|
|
|
|