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La saeta de Fuensanta
05.04.10 - Escrito por: Mateo Olaya Marín
Como un regalo del cielo. Como un lirio que cae a nuestros pies. Como la daga de la nostalgia. Como esa monodia gregoriana. Como ese sonido lacerante que nos estruja el alma. Como un canto profundo que traspasa el cerco de lo real y vuela al imaginario. Como el rayo de fe que hace temblar hasta los cimientos del escéptico. Así fue la saeta de Fuensanta Rey a la Dolorosa de piel de nácar y mirada perdida, a la Virgen de la Soledad.
Caminaba solemne sobre sus costaleros, entre el oleaje de sus vecinos de la calle la Cruz y la legión de devotos que cada Sábado Santo se postran ante Ella. La banda de Villalba de Alcor interpretaba “Virgen de las Penas”, y entre fulgores de trompetas y un trío andaluz, suave, de frente y con avance milimétrico, se acercó la Soledad, paró y se quedó durante unos minutos de ensueño junto a Fuensanta, que aguardaba emocionada en el encanto de una ventana del Hostal Guerrero y acompañada de la persona de mi vida.
Se quebró el aire cuando inició su canto irrefrenable de tristeza, su lamento a la Soledad. Con mucha delicadeza, esta saetera de fina estampa clavó su mirada, paró nuestro reloj y nos hizo soñar con un Sábado Santo eterno, aferrados al perfume del paso y a sus manos de Madre. Su saeta se colaba por las rendijas de la memoria y brotaba como un torrente de devoción.
La saeta fue su espejo. Sencilla en la forma, trascendental en el fondo, sensible y especial en su letra. Un canto directo y amargo, cristalino, sin sobreactuación y aspavientos. Interpretada con naturalidad, austeridad, sin forzar la voz, ni impostarla y mucho menos engolarla. Su estilo recuerda a lo clásico, a la saeta en un estadío más evolucionado con respecto a nuestra saeta llana egabrense, claro está, pero anterior a la nueva corriente aflamencada que peca de excesivos melismas y coloraturas vacuas, que diluyen el mensaje coral, la oración que llega a la Imagen venerada, fin y motivo de la saeta. Saeteros como Fuensanta son para la saeta, lo que bandas como Maestro Tejera para la marcha procesional.
Llama la atención su técnica vocal, propia de alguien con formación en la música, y el inicio garboso y grave que permite en su desarrollo una amplitud melódica impactante, para alcanzar el paroxismo en un alarde de agudos. Melismas los justos y necesarios; giros melódicos originales y sorprendentes, formando recovecos propios del mejor Gámez Laserna y su “Saeta Cordobesa”.
Fuensanta viene de Alcaudete, no muy lejos de aquí. Conoció a la Soledad no hace mucho, pero con sólo mirarla por primera vez advirtió lo especial de su rostro y expresión. Sus amigos le han hablado mucho de Ella, y en su afecto a nuestro pueblo y sus gentes quiso hacer su particular ofrenda a modo de canto, sin ninguna pretensión que rezar a la Emperadora del llanto, como decía en la letra de la saeta, escrita expresamente para esta ocasión.
El día de antes cantó al misterio del Descendimiento en un momento histórico para la Semana Santa egabrense, como fue la primera salida procesional en la tarde del Viernes Santo. Quiso estar en ese lugar, para darle las gracias a María Desconsolada vencida por el dolor. Un llanto y una mirada al cielo que también le secuestraron el corazón. Con ella, Cabra, rica en saeteros y saeteras, orgullosa de esta tradición, tiene otra garganta más para cultivar este bello género.
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