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Alerta roja
27.01.10 - Escrito por: José M. Jiménez Migueles
Benditas sean las encuestas. Disfrazan a los que van a ganar y desnudan a los que van a perder. Ridiculizan. Enaltecen. Evidencian. Abochornan. Enorgullecen. Aciertan. Yerran. Las últimas han afectado, sobre todo, a los intereses de los socialistas de Cabra, Córdoba, Andalucía, España y la humanidad. Y es curioso como en estas circunstancias parte de la intelectualidad egabrense no duda en quijotear en medios de comunicación de cierta trascendencia no ya a favor del PSOE, sino evidenciando una postura de rechazo al Partido Popular que, en alguno de los casos, llega a ser casi extremista.
Veo, casi con estupor, cómo en las últimas semanas se escriben artículos firmados por don Octavio Salazar y don José Luis Casas en los que, el primero, tras hacer unas primeras declaraciones a favor de la democracia, concluye afirmando la necesidad de cambio político dentro del partido mayoritario de izquierda de este país para que así no pueda acceder el Partido Popular al poder mientras que el segundo ya menciona el miedo escénico y que sea lo que Dios quiera. Me parece razonable y respetable esta postura, aunque me resulta pelín frustrante observar cómo la misma procede de dos de las mentes que más admiro de tantas cuantas hayan podido cultivarse en Cabra, porque en ellas va firmemente adherida una extraña convicción donde pesa más el radicalismo que la reflexión, donde se prefiere hacer hueco al fanatismo político antes que a la verdadera necesidad del propio Estado.
Y el colmo es la última frase de don Octavio. Esa en la que afirma que se necesita “un cambio que, y ojalá estemos a tiempo, debería empezar por el interior de una izquierda necesitada con urgencia de un ejercicio de renovación que le permita llegar antes que el lobo a casa de la abuelita”. Señor Octavio, si algo aprendí de su pregón fue que necesitamos una sociedad abierta, donde diversos grupos de diversa ideología sean capaces de convivir entre sí con la confianza que se tenían los mismos enanitos del cuento, no con la desconfianza ni el reojismo que imperaba en la relación del lobo y la caperucita, tan roja ella. Si algo compartí con su pregón fue que se podía mirar y admirar al diferente, no temerlo y, mucho menos, no atemorizar a la población con su llegada. Porque, ya puestos, corremos el peligro de que, si gana el Partido Popular las próximas elecciones, cuando vuelva a concurrir el PSOE, muchos adviertan a la población que ¡cuidado!, que puede llegar el partido que en 1995 dejó una España con 22% de paro y un 6,6% de déficit público y en 2010, tras haber cogido una España en 2004 con un 11% de paro (la mitad) y casi sin déficit público, la tiene con una tasa de paro de 19,4% y con un déficit casi cercano al 10%.
Y es que los números son los mejores aliados de la verdad. Basta ya de acusar de Torquemadas a los que opinan lo contrario y basta ya de llamadas de alerta a la población sobre la ya manida llegada del lobo, que, si viene, quizás sea muy necesario para devorar algunas de las ratas que están destrozando al país.
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