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Domingo de resaca
24.01.10 - Escrito por: Araceli Granados Sancho
A mi edad las resacas ya no son de alcohol –líquido que, por otra parte, siempre asocié a la mesa y la comida, no a la noche–, lo son de pensamientos. ¿Qué es eso de la resaca de pensamientos? El pensar resacoso es para mí aquel que, estando contigo el día anterior, discurre de nuevo en la mañana siguiente: la preocupación. En realidad, las mías no tienen nada de especial con respecto a las de otras personas; me preocupa mi situación laboral. Ser opositora en los tiempos de desempleo que corren no es plato de gusto. Hasta quien ni por asomo se planteó una oposición lo valora ahora como una opción, ante la falta de oportunidades. Así pues, la competencia es feroz. En mi caso, por mis estudios, la única salida viable es esta o abrir un negocio propio –que por la falta de ingresos no es una salida–.
Digamos que cuando yo elegí mis estudios lo hice con el corazón y no con la cabeza; repasemos a los que eligieron con la cabeza. Si reparo en algún familiar que estudió una profesión «con salida» –como Empresariales– y que posee un curriculum impecable, lo recuerdo arreglando los papeles del paro; si pienso en compañeras de piso de la época de la Universidad con el mismo perfil de méritos profesionales, veo cómo malviven de un trabajo a otro, a cada cual peor pagado. Pero sigamos con el cuadro. En familia tan extensa como la mía también los hay que comenzaron a trabajar a los 18 años porque «no les gustaban los libros». Y de estos tiempos tengo todo un plantel de primos en esta ciudad «bendita» que ahí siguen, en sus casas, viviendo de sus papás porque sus trabajos, después de diez años, no les dan para independizarse. La vida no ha parado para ellos; han sido adolescentes y ahora son hombres y mujeres con sus respectivas parejas, que querrán pronto tener sus hijos «en casa de sus padres». Algo falla. De los que no quieren ser opositores-funcionarios ni peones «hago de todo» también conozco: los «arriesgados autónomos». Entre estos, los que, de mi alrededor, tienen menos de 40 años, «abren la persiana» por la mañana porque sus familias insuflan dinero sin garantías, esperando una señal de recomposición. Esta es mi resaca del domingo.
La aspiración de todo españolito a convertirse en funcionario en esta querida España, como cantaba Manolo Escobar, debe ser una lacra para el país, según muchos opinan. El dinamismo económico provendría de la iniciativa y la ilusión. Flaco favor le hacen estas líneas mías a este espíritu, pero créanme que con este panorama no se pueden tener esperanzas futuras. Y esta sensación negativa instalada en todos nosotros es el peor medicamento de la epidemia. No es necesario añadir que la respuesta del gobierno me parece insuficiente e ineficaz. Es un insulto a nuestra inteligencia hacernos creer que no se pueden adoptar medidas que reactiven la economía porque, según dicen, «esto es una crisis mundial». La filosofía enseña que primero deberás conocer lo cercano y concreto, para dedicarte a lo lejano y abstracto. Procura que tu casa esté bien organizada y limpia, y después preocúpate de cómo interactuar con el vecino. Y este es quizás parte del problema: centrados en su imagen exterior –y controlando la interior a golpe de bombas publicitarias que no resuelven nada–, olvidan cómo malvivimos y nos reducen a una simple cifra de parados que se añade al censo del mes anterior. Esto no es digno para nosotros; en nuestra mano está resolverlo: cambiarlos a ellos y que no se acostumbren demasiado a sus privilegios como diputados, senadores, concejales, etc., puede traernos ese dinamismo que necesitamos –en este punto sí deberíamos empezar por arriba, por lo abstracto–.
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