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Paraules d´amor
23.12.09 - Escrito por: José M. Jiménez Migueles
Palabras de amor sencillas y tiernas
que echamos al vuelo por primera vez,
apenas tuvimos tiempo de aprenderlas,
recién despertábamos de la niñez
Admiré, desde mi adolescencia, la madurez intelectual de los independentistas catalanes, ya que veía en ellos la fuerza de una razón, no del todo convincente, pero sí al menos lo suficientemente utópica, lo necesariamente bella, para no dar nunca por perdida la batalla ideológica de preservar su identidad. Es más. Aún recuerdo, como si fuera ayer, el día del brutal asesinato de Miguel Ángel Blanco, quizás la primera vez que tome cierta conciencia política sobre la necesidad de trabajar todos juntos en una identidad común que no dañara la dignidad, ni, por supuesto, la vida de nadie. Ese día, aquella tarde, alternaba en el radio cassete el himno de la paz que para mí era el “Libertad sin ira” con el himno del amor que para mí era, y sigue siendo, las “Paraules d´amor” de Serrat. Como no podía ser de otra forma, la simpatía que despertaba un nacionalismo era muy diferente al que despertaba el otro.
Y sí, como las paraules de Serrat, apenas desperté de la niñez percibí cómo se radicalizaba un discurso que utilizaba la lengua a la que tanto admiré gracias, entre otros, a Serrat, para extender un muro ideológico en el que la diferencia era un valor al alza no para quien fuera capaz de articular la lengua catalana con fluidez y conocer y valorar la esencia e historia catalana y su peculiaridad con respecto a las demás comunidades autonómicas del país a que está unida, sino para quien, en aras de ese valor diferencial, fuera capaz de olvidar los elementos que nos unen y dedicarse, continuamente, a la confrontación y a la disputa ideológica de un nacionalismo que, en el mundo globalizado y europeo en el que vivimos, dejó de tener sentido hace muchos años ya.
Un discurso por el cual tildan de asesinos a los amantes de la fiesta taurina mientras que protegen, sin ningún tipo de recelo, los correbous, una especie de orgía comunitaria en la que más se disfruta cuanto más sufre el animal. Basta con poner la palaure en el YouTube y sentir de inmediato la crueldad de una de las prácticas más crueles que haya visto en la vida. Evidentemente, no queda ahí. Son miles las noticias que hemos leído en los últimos años en las que se vislumbra un evidente desprecio hacia lo español, nacidas sobre todo desde el seno de la Ezquerra Republicana y del altavoz mediático que para Joan Laporta supone la presidencia del Fútbol Club Barcelona, quien ya nos ha acostumbrado a ciertas soflamas políticas que no hacen sino ridiculizarlo como personaje público y dejar en mal lugar a la institución que representa.
Aún así, parece que no todo sale bien. Porque bien no resultó el esperpento independentista que montaron hace unos días para votar un pseudo referendo de autodeterminación. Y tampoco salió muy bien el partido que enfrentó a la selección autonómica de Cataluña contra la Argentina de Maradona y al que fueron, por cierto, el mismo número de personas que asistió, dicho sea de paso, al partido para la lucha contra la pobreza que se celebró en el Santiago Bernabéu a la misma hora de ese mismo día. Por no salir bien, este año ni la Lotería del Gordo, que se lo ha llevado casi entero sus amigos de Madrid. Por cierto, que para eso no desdeñan del termino “Lotería Nacional”, ya que cada año están encabezando el ranking de los españoles que más juegan. Pero claro, para esto, como para la política presupuestaria, la tela es la tela y Espanya és de tots.
Por eso, y por mucho más, prefiero cerrar los ojos y, mientras recuerdo el fútbol preciosista y artístico del Barça de Pep Guardiola, Xavi Hernández, Andrés Iniesta y Lionel Messi, susurró para mi aquellos preciosos versos que, como suenan en catalán, no suenan más bonitos en ninguna lengua del mundo:
Paraules d'amor senzilles i tendres.
No en sabíem més, teníem quinze anys.
No havíem tingut massa temps per aprendre'n,
tot just despertàvem del son dels infants.
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