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Some Came Running
29.11.09 - Escrito por: Jesús Gómez Medina
Cuando uno visualiza alguna de esas películas consideradas como clásicos – como la de Minelli que da nombre a este artículo- entiende ,a través de ese espejo de la vida que es el cine ,cómo los roles masculino y femenino se han transmitido a través de la cultura, costumbres y educación en un determinado , y único, sentido.
Hoy día las noticias nos despiertan de nuestro particular mundo de Jauja, sacudiéndonos, mostrándonos cómo personas con las que nos podemos tropezar a diario llevan una azarosa vida por pesada carga, una Pesadilla en Cualquier Street teniendo por monstruo maléfico a quien duerme en el otro lado de la cama. Una mirada esquiva e huidiza de quien oculta golpes contra la propia autoestima tras el ropaje físico o espiritual porque – en su Síndrome de Estocolmo privado-se cree causa de sus propias desdichas.
Todas las personas tenemos parte de responsabilidad cuando de modificar malos hábitos adquiridos se entiende. Más aún cuando los mismos se constituyen en fuente de alimentación de prejuicios que sesgan vidas todos los años. A quienes tenemos ciertas responsabilidades públicas o sociales , pero también a quienes en su ámbito privado tienen algo que decir , atañe ir modificando esos modelos, esos espejos donde niños y niñas se ven para que la imagen que algún día proyecten de personas no sean esperpentos atados a prejuicios o bajos pensamientos que acabarán por arruinarles la vida.
Una de las mejores maneras de eliminar ciertas plagas sociales a nivel de pensamiento colectivo es la detección de comportamientos, hábitos y roles erróneos en la cuestión de género. En ese sentido es cierto que tenemos que remar contra una corriente de pensamiento de toda cultura y religión que se ha basado en un modelo de sociedad masculino donde lo femenino está tildado de ciertas etiquetas de papel secundario más que protagonista de las acciones que rigen la vida de los pueblos.
Muchos varones pueden llegar a sorprenderse e incluso extrañarse de verse afectados por lo que a través de estas líneas planteo. Sin embargo recomiendo encarecidamente se estudie y conozca el trabajo que el profesor Bonino tiene en relación a esos hábitos que imperceptiblemente se infiltran en nuestras relaciones del día a día y que a veces sólo una mentalidad entrenada puede percibir claramente de lo invisibles que son en la corriente comportamental de toda la humanidad y por ende de nuestra sociedad.
El profesor Bonino ha planteado con gran acierto su denominación como “micromachismos”. Son mecanismos adquiridos que, en mayor o menor medida se presentan en las relaciones entre ambos sexos en el día a día. Son pequeños rasgos, actitudes que se manifiestan casi con cualidad de invisibilidad y que sin embargo van minando un concepto normalizado de relación interpersonal, siempre dejando en posición de relativa dominación a un género sobre otro.
Sugeriría se hiciera el pedagógico ejercicio de revisualizar cualquiera de las series televisivas de los años setenta u ochenta, especialmente en las series televisivas, anuncios o actuaciones de cómicos o animadores. Posiblemente nos echemos las manos a la cabeza cuando detectemos chistes o comentarios – por entonces normalizados- que hoy transgredirían lo claramente política o socialmente incorrecto en materia de género.
No obstante, no es preciso que echemos mano de la máquina del tiempo para observar hábitos de dominación más o menos soterrada de un sexo sobre otro. Para ello sólo tenemos que escuchar algún anuncio radiofónico, serie española o extranjera o sentarse en un banco de cualquier centro de secundaria y aguzar el oído para ver cómo las relaciones entre chicos y chicas están aún marcadas por diferente rasero. ¿ Cuántas veces habrán visto ustedes en una moto conducir al chico con su chupa de cuero, su casco y sus guantes en pleno invierno y a la chica, de “ paquete” en el asiento trasero , agarrada a la cintura del avezado piloto, con un suéter que apenas tapa el ombligo y
Para más Inri con un pantalón de cintura baja -que no deja insinuar, sino a las claras traslucir la prenda por donde la espalda pierde su buen nombre- dejando al aire la carne de gallina erizada por la ventisca? ¿Es causa de la diferencia de abrigo entre ambos la desigual percepción fisiológica del frío o es quizá debido a un patrón de conducta marcado socialmente y aprehendido según el género? Detalle apenas imperceptible, como infinidad de otros -usos del lenguaje incluidos-, que dejan traslucir un patrón de conducta claramente sesgado. Decía Edgar Allan Poe que la mejor manera de ocultar una cosa es ponerla a la vista, como mantenía en su obra “La Carta Robada”. Quizá suceda por igual con esos comportamientos que, de estar demasiado a la vista apenas percibimos por nuestra propia deformación o no formación personal.
Son muchos los aspectos sobre los que podríamos reflexionar acerca de la cuestión que nos atañe o los escaparates donde podríamos observar la condición humana en su grado más visceral. Quizá sea la política y el poder donde más claramente se pueda percibir esa diferencia más agudizada pero por otra parte maquillada a través del invento de las cuotas de partido o de empresa. Digo invento porque en muchos casos más que real es una manera de justificarse de cara a la galería manteniendo las cuotas reales de poder de altas instancias tal que siempre o en todo caso derivando a mujeres cargos de papel secundario ¿Cuántas fotos se publican a diario de equipos directivos, de consejos de administración, de entidades diversas con poder real y efectivo con al menos igual número de hombres que de mujeres? Me temo que ninguna. Compárese esa percepción con los datos académicos de hombres y mujeres en las universidades, en los institutos o colegios, con claro balance en favor de las segundas. ¿Por qué ese desfase? Por otra parte, ¿hay verdadero interés masculino en transmutar el estado de las cosas?¿ Cuántas veces hay preferiblemente mujeres en cargos o puestos donde se exigen habilidades múltiples que, amén de importantes, requieren dosis de tacto y contacto humano directo?¿ No existen hombres liderando equipos, directorios, patronatos ,mientras un equipo de mujeres queda en segunda fila con subcargos vinculados a los anteriores y siempre en roles secundarios o testimoniales?¿ Qué porcentaje tenemos de presidentas y presidentes de bancos o grandes corporaciones ; de presidentes y presidentas de comunidades?
Se suele maquillar la cuestión en las administraciones locales, con las cuotas de partido o las listas cremallera. Sin embargo, a la hora de la verdad en los partidos se mantiene un alto porcentaje de presidentes, vices o secretarios generales. Es más, aún el paso de la mujer a la política se hace en muchos casos tímidamente y en otros casos cogida de la mano de quien lidera o domina desde la sombra la cosa pública. ¿Tiene algo que ver en ello la errónea percepción social del status de la mujer en la vida pública? ¿No va ese superyó social cortando alas a las mujeres desde la tierna infancia? ¿Tienen las familias y las sociedades algo que ver en ese desigual reparto de responsabilidades?
Más aún: hay todavía – como decía Stieg Larsson- mucho indeseable no amigo de las mujeres en esa faceta pública. ¿ Cuántas veces se ha acribillado a mujeres que han ocupado tareas relevantes como presidencias de gobierno, secretarías de estado, ministerios relevantes, alcaldías o concejalías normalmente vinculadas a hombres por el simple hecho de que en esas mentes retrógradas no cabe el concepto de gestión en manos de mujer, de subordinación profesional ante a persona de otro género? ¿Entiende la gestión acaso de género sino de personas? ¡Cuántas mujeres han sido vilipendiadas o etiquetadas con rumores y estigmas degradantes o insultantes por invertir los roles cuando realmente lo que han hecho es sacrificar su vida y tiempo por los demás!
Sin embargo, no todo huele a podrido en Dinamarca. En algo va mejorando el panorama. Cada vez más vemos emerger figuras destacables de políticas. Los observatorios y asociaciones que defienden los derechos de las mujeres van teniendo más visibilidad social y política. Los hombres vamos sumándonos a su causa y acompañándolas en esa lucha por transformar conciencias, sabiendo que es tarea de todos generar el cambio. Debe ser el talento y no el sexo el que determine la responsabilidad. ¿ Tan difícil es entenderlo? ¿O acaso hay quien saca tajada de la confusión?
Es de agradecer, por otra parte, que los medios de comunicación vayan tomando nota y poniendo su plataforma a disposición de la causa. El mundo de la cultura, que siempre ha defendido toda clase de causas a lo largo de los siglos, pone su talento y su empeño en mostrar en sus diferentes obras y artes un mensaje de alarma para despertar conciencias dormidas o acomodadas. Es claro que tanto a hombres como mujeres nos va el bienestar real en el empeño, pues cuanto mejor le vaya a un sexo, tanto mejor le irá a otro- sin establecer desigualdades y creciendo juntos aceptando y enriqueciéndonos con las diferencias. Una buena profesora que me ayudara a ver más claro el mundo en este sentido, me recordara aquel chiste donde: “Un señor decía que en su pueblo eran todos muy machos, y el otro le respondiera que en su pueblo la mitad eran hombres y la otra mitad mujeres y se lo pasaban de maravilla”. Cuidado, por cierto, con ese humor que encubre actitudes y siembra tópicos degradantes. Particularmente he visto tanto a un sexo como a otro- por desgracia- entrando a trapo en tan triste asunto en fiestecitas y tras unas copejas donde suelen bajarse las guardias y los subconscientes traicionan a todos- con naturalidad fingida y como si nada se hubiese dicho. ¡Qué error no dar importancia a las forma y el lenguaje, que siempre automatizamos!
Precisamente el profesor José Antonio Marina, en “La Inteligencia Fracasada” mantiene que estos comportamientos se deben a la “colisión de los módulos afectivos” ante la independencia de la mujer, donde los arcaicos mecanismos evolutivos automáticos construidos para otra forma de vida entorpecen la labor de las jóvenes estructuras cerebrales superiores que han de negociar con los anteriores y rediseñar un comportamiento civilizado e inteligente. Debe entenderse pues el machismo como el fracaso de la inteligencia.
No deseo extenderme en demasía en una cuestión que ha generado bibliotecas y doctorados enteros. De la que lamentablemente aún queda mucho por decir y por sufrir. Sí en cambio quisiera dar las gracias a las Lisbeth Salander del mundo, a esas mujeres que nos enseñan a los hombres a ser mejores personas con su ejemplo, a aquella profesora que me enseñara que todos y todas tenemos ese otro lado que nos ayudaría a entender mejor al otro sexo y complementarnos desde la aceptación de las diferencias, no haciendo de ellas sino construcción.
La UNESCO bien que sabe lo importante que es la educación en esa transformación. Por ello lleva a cabo un trabajo ingente en África y otras latitudes donde la mujer queda aislada de toda formación, siendo precisamente esa – pese a la ignorancia de sus gobernantes- la causa del atraso de tales sociedades.
Nuestro objetivo común debe ser legar a las próximas generaciones un conocimiento, una nueva visión de las relaciones de género, para que cuando visualicen las series o películas de hoy entiendan esta realidad como pasada y superada. Como un “Cuéntame” no añorado. El progreso consiste en que la siguiente generación supere a la anterior. En ese sentido, a través de este artículo compartir este lamento por haber visto, en películas en blanco y negro, “como un torrente” actitudes aún perpetuadas hoy, viendo cuán poco hemos progresado en ese aspecto pese a tanto avance tecnológico y moderno. Seguimos embargados de los mismos tópicos visibles, por ejemplo: “El Padre de la Novia”- y secuela -de Tracy y Taylor, o filmes coetáneos a los citados de cualquier género. De igual manera que la niebla envolvía a Humphrey Bogart- arquetipo del tipo duro- en Casablanca, no debemos dejarnos envolver en la bruma de la ignorancia en este vital asunto.
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