|
Las marchas de Cuéntame
14.09.09 SIN ADITIVOS - Escrito por: Felipe Osuna Manjón-Cabeza
Sentado frente a la caja mágica, esa con la que los españoles nos amistamos desde hace más de medio siglo, ese aparato misterioso de risas y lágrimas, de luces y sombras, de momentos memorables, de otros históricos, de mil vivencias… percibí el pasado jueves una serie de errores, casi insignificantes, en una de esas grandes series de la televisión pública que a tantas personas les hace regresar a un pasado de Transición, en el que las libertades comenzaron despuntar a la vez que una luz alumbraba el final del túnel. Ese serial que bajo el título Cuéntame cómo pasó hace un repaso de aquella sociedad española que se preparaba para el regreso de un régimen añorado: la democracia.
Todos sabemos el trabajo de documentación e investigación desarrollado por los creadores, guionistas, decoradores y demás personal empleado en esta producción que narra la vida de una familia cualquiera de clase media que vivió (y de qué manera) en la década de los años setenta del pasado siglo veinte. A lo largo de las diez temporadas anteriores hemos visto coches hoy clásicos como los añorados SEAT 600, 127 y 1400, los Citroën Tiburón, 2CV y Dyane 6, los SIMCA 1000 y 1200... Han aparecido latas de Cola Cao lacadas a todo color y esas cocinas de formica o de chapa verde que tantos recuerdos nos traen a quienes conocimos abuelos, tíos, parientes y amigos con alguna similar. Hasta los éxitos musicales de la época escuchamos a través de un tocadiscos Iberia, muchos grabados en la extinta casa Belter. Y es que Cuéntame ha sido desde sus inicios el espejo de varias generaciones que, durante una noche a la semana, han vuelto al pasado a través del recuerdo encerrado en un mueble o aparato similar a aquel que desapareció un día de casa por la puerta de atrás, cargado, eso sí, de recuerdos.
Y es que donde más se cuidan los detalles, un pequeño error parece convertirse en algo gordo. Al menos esa fue la sensación que percibí -al igual que otras personas que conozco- cuando al observar la accidentada procesión de que se incluyó en el episodio sonó la marcha procesional Hermanos Costaleros (1985) de Abel Moreno. Una exclamación sonó en la sala anunciando el error, pues la partitura del mencionado son cofrade se escribió siete años después al momento que narraba el episodio. Lo mismo ocurriría con los sones de A la voz del capataz (1994), La Madrugá (1987) y Valle de Sevilla (1990).
Con lo fácil que hubiera sido recurrir a otros sones clásicos como Virgen del Valle, Pasan los Campanilleros o Amarguras. Con lo fácil que hubiese sido consultar a la tienda de Sevilla que suministró a la serie los costales que pudimos apreciar y que en algo, seguramente, hubiera podido ayudar.
Es evidente que este tipo de fallos escapan a un noventa por ciento (o algo así) de los seguidores del serial, pero siempre queda una minoría, en este caso la Cofrade, que percibimos detalles de este tipo casi sin quererlo.
Ante este caso lo pregunta es ¿cuantas personas de la supuesta minoría perciben fallos anacrónicos en el transcurso de cada capítulo? Además, ¿desde la televisión pública se tienen en cuenta los errores que el público les haga llegar para que no vuelvan a producirse en un futuro?
Así pues, esa es la dificultad de ambientar la representación de un hecho en un marco espacio-temporal tan concreto.
|
|
|
|
|
|