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Repique de nardos
02.09.09 - Escrito por: José M. Jiménez Migueles
Repican los nardos, florecen las campanas, resuena una bandera y ondea una ilusión. Se encala una camisa, se engalana una fachada, el papel se viste de flor y la flor empapela unas andas. Se reza un canto y se canta una oración. Se cede una vara de mando por una vara de nardo y se presta el mando de una ciudad para que sólo por septiembre se gobierne a la misma como Dios manda. Un 3 de septiembre en el que, por vez primera, muchos verán medio arco iris invadir las calles de un pueblo al repique de un tambor que, a sus padres, y a sus abuelos, conseguirá erizarle la piel tanto como el primer día.
Llegó el momento. El Centro Filarmónico entona, la Banda de Música interpreta y el pueblo de Cabra canta las partituras que le legara la inmensa tradición musical nacida al amparo de una devoción. Las viejas son chiquillas que, aferradas a un bastón, son capaces de recitar un “Amorosa Madre” a la vez que descubre a su nieta recién nacida los valores más tradicionales del egabrensismo que ella mamó. La imagen de María Santísima de la Sierra abandona su santuario para, durante unos días, recordarle al pueblo que desde abajo la venera que, si bien los tiempos cambian, hay cosas que nunca lo harán.
Simplemente, porque fueron, son y serán patrimonio exclusivo de un pueblo que se preocupa por cuidar todo aquello que es capaz de insuflar buena voluntad al mismo.
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