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HOY TE INVITO A SOÑAR…
01.09.09 - Escrito por: María de la Sierra Ruiz Guzmán
Ante todo quiero dar las gracias a La Opinión por permitirme expresar en estas líneas un punto de vista diferente acerca del Curso de Música y Naturaleza, que se celebra durante el mes de Agosto en el Cortijo de Frías en nuestra ciudad. Y no es más que la opinión de una antigua alumna del mismo, pero intentaré con ella hacerles ver, y comprender, por qué estos cursos son tan especiales y por qué los alumnos los recordamos con tanto cariño.
La primera vez que oí hablar de ellos coincidía con el inicio de la primera edición. Yo tenía 13 años y en aquellos días mi decisión de inscribirme en el curso vino fundamentada en que mi mejor amiga también lo había hecho. Sabias razones aquellas.
Empezaría así el primer año de esos especiales 4 veranos que siempre quedarán en mi cabeza con el mayor de los cariños. Recuerdo tantísimas cosas de “Frías”… desde el camino que llevaba a la puerta y por el que pasabas el primer día con tus padres en coche, nerviosa e ilusionada, hasta los interminables llantos de despedida, con una simple lista de papel en las manos, en la que aparecían las direcciones postales y los teléfonos fijos de todos los alumnos que habían asistido.
Y es que por entonces no usábamos emails, ni móviles, ni demás “moderneces”… Quizá fuera por eso que el hecho de seguir manteniendo el contacto se convertía en todo un reto y buena prueba de amistad (y una gran inversión en el estanco más cercano a casa, que todo hay que decirlo…).
Los primeros años del curso fueron algo diferentes a la actualidad. Había una sola modalidad: la que hoy correspondería con ORQUESTA. A partir del tercer año se introdujo PIANO Y GUITARRA (hoy PIANO Y CUERDA), y finalmente la modalidad de MÚSICA DE CÁMARA.
La AMPA del conservatorio (antigua “Isaac Albéniz” y rebautizada “Maestro Rodríguez López”) ha trabajado sin descanso durante estas XII ediciones para que, tanto alumnos como profesores, volviéramos a casa con la sensación de que, efectivamente, la música es un lenguaje universal. No importaba si tenías 8 o 16 años (recordemos que el límite inicial estaba en 14 años), si eras de Nerva, de La Coruña, de Cabra, de Alzira, de Onteniente, de Córdoba, de Madrid, de Irún, de La Línea, de Málaga, de Huelva, de Jaén, de Jerez… Si tocabas el violín, el saxo, la viola, el chelo, el clarinete… Todos, absolutamente todos, éramos una panda de niños-jóvenes que se morían de ganas por saber qué apartamento les había tocado ese año, o cuales iban a ser sus compañeros de cuarto, o en qué orquesta tendrían que ensayar, o las chucherías nuevas que venderían en el kiosko esta vez. Porque sí señores, hasta kiosko de chucherías teníamos, aunque había que hacer obras y milagros para dosificarse las 1000 pesetas que tus padres, amable y generosísimamente, te dejaban para gastar a lo largo de esos 10 días.
Los de mi “generación” vimos nacer el Himno de Frías (en la III edición). Los míos provocamos el popular grito de “MONITOR, MONITOR, TENGO MIEDO MONITOR”, o el famoso “TENSIÓN, TENSIÓN, TODO EL MUNDO A LA ESQUINA DE LA BIBLIOTECA, TENSIÓN TENSIÓN”, los cuales se distinguen perfectamente en el himno aun hoy día. Tuvimos la suerte de disfrutar de monitores estupendos como el mismísimo José Luis Torrijo… ¿Quién nos iba a decir a nosotros que el divertido José Luis que nos daba teatro, iba a ganar el premio Goya en 2008 al mejor actor revelación?
Y es que el tiempo pasa, nos hacemos viejos, incluso hay compañeras que han aportado ya “futuras generaciones” a aquellos locos y locas que un día pisamos Frías sin saber muy bien lo que nos esperaba…
No dejemos atrás las excursiones por el campo, el consumo ingente de isotónicas (pocos se libraban de ese mal…), los intentos de montar a caballo, de hacer gajorros, de reciclar papel, los asaltos en la noche a otros apartamentos, las demostraciones de los que por aquellos entonces ya mostraban maneras de grandísimos artistas, el cájaro parquintero y el ratón volador, las firmas interminables en las carpetas, en las camisetas, en las gorras y… ¡en los cuadros! Qué añoranza cuando una visita hoy día Frías y descuelgas un cuadro y ves que aun siguen haciendo esas “travesuras artísticas”…
Hoy, después de 11 años desde que fuera a mi primer curso, sigo recordando estos campamentos como los mejores veranos de mi vida. Después de tantísimo tiempo, y gracias al avance de las nuevas tecnologías, he vuelto a contactar con antiguos compañeros, algunos ya casi olvidados, y la verdad es que si estas facilidades de comunicación las hubiéramos tenido años atrás… ¡otro gallo hubiera cantado en esas cuanto menos trágicas despedidas!
De todo aquello, como les decía, me quedan muchas cosas: fotos sacadas de negativos que nos pasábamos de unos a otros por carta (y que terminaban por dispersarse…), amigos y amigas con los que recordar entre risas cientos de anécdotas (grandes desafinaciones, roturas de cuerdas, caídas en el barro, amores “imposibles”, …), una colección bastante considerable de camisetas con el logo del curso (en mis siguientes visitas aun sin asistir al curso, siempre conseguía alguna de recuerdo), pero sobre todo, me quedo con una vida marcada por la música, por sus ritmos, por sus tonalidades, por sus silencios, …
Quiero dar mi enhorabuena a la AMPA por no darse por vencida, a los profesores por participar de nuestras fiestas y por enseñarnos a aprender disfrutando, pero sobre todo a los padres, que han permitido que sus hijos hayamos vivido unos veranos tan especiales.
Y para los que aun no se hayan decidido…¿¡A qué esperan!?
FRÍAS, FRÍAS, FRÍAS…
¡¡VÁMONOS PA’ CABRA VÁMONOS!!
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