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Manolo García no tiene límites
09.07.09 - Escrito por: Mateo Olaya Marín
Hacía tiempo que el Auditorio de Cabra no recibía un espectáculo de estas características. La música pop-rock en España hoy día es capaz de lo mejor y de lo peor, pero ayer le tocó el turno a lo mejor de lo mejor. Manolo García arribaba en Cabra el sábado 4 de julio, al día siguiente de haberlo hecho en la bella Sanlúcar de Barrameda, para cerrar otro bolo de su interminable gira de “Saldremos a la lluvia”. Las expectativas eran altísimas, las que siempre se generan cuando nos visita una de las espadas más importantes del panorama musical español. El ex del Último de la Fila se reinventó con “Arena en los bolsillos” y después ha ido granjeándose una legión de fieles seguidores que no ven en él un hermoso pasado que fue, sino un mejor presente, con proyección infinita de futuro.
Las vísperas inmediatas a estos conciertos son abrumadoramente hermosas. Como hormigas, los asistentes se dirigen nerviosos al recinto. Entre ellos miles de verdaderos devotos del cantante, otros muchos aficionados a la música que no quieren perderse la ocasión, otros pocos advenedizos, curiosos e invitados de piedra. En la espera se escucha normalmente en la megafonía un selecto repertorio de canciones del gusto del cantante, aunque esta vez consistió en un monográfico al recientemente fallecido Michael Jackson.
El paisaje es variopinto y en él conviven tantas generaciones como años lleva haciendo música Manolo García. Fans acérrimos, de diversos puntos de Andalucía, con las camisetas oficiales de la gira, otros que optan por portar con orgullo unas que se han fabricado caseramente, pero que simbolizan lo mismo. También, en estos prolegómenos, las miradas atentas pueden retener detalles que hablan por sí solos. Aficionados a la música que asisten a ver a Manolo García, pero que se enfundan camisetas de otros grupos. El sábado se vieron de Mago de Oz, The Police, Enrique Bunbury y muchos más. Era una forma de unir estilos. Porque, al fin y al cabo, seguro que hay más cosas en común entre el vocalista de Mago de Oz y Manolo García, que entre éste y el karaoke de Bisbal.
Los comentarios que se oyen entre cervezas y cigarros de espera son mucho más curiosos. Si se pega la oreja, uno puede hasta empaparse de lo que se tocará en unos minutos, los detalles del espectáculo, las posibles anécdotas, la última canción que se tocará o incluso el currículum de conciertos que el de al lado lleva a las espaldas en la gira de su ídolo popero. También se oía por los mentideros de los diletantes las recientes experiencias vividas con los eximios AC/DC en el Vicente Calderón o los no menos eximios irlandeses U2 en el Camp Nou. Hasta los había que recordaban otras ocasiones muy puntuales en las que el Auditorio había exhibido un ambiente similar: aquella gira europea de Héroes del Silencio en el 91 con “Entre dos tierras” y “Maldito Duende” haciendo números uno en España y Alemania.
Manolo García salta al escenario acompañado de un entorno surrealista, extraño, evocador de sus debilidades, de sus apegos. Gatos, ventiladores de plástico, telas colgantes, en un ambiente heterodoxo estéticamente hablando. En frente de la banda, puños y brazos en alto de las 3.000 personas congregadas, bocas abiertas al unísono con el vocalista. El concierto se desarrolla como suelen desarrollarse los conciertos de los consagrados, en perfecta comunión con el público. El frontman se derrama absolutamente, se vacía, lo deja todo para no quedarse con nada. Su voz al principio se percibe algo baja por la ecualización, pero los técnicos de sonido pronto resolvieron el revés, porque luego lució clara y alta, a veces muy flamenca, otras lírica y armoniosa, empastada a la perfección con el instrumental que le arropaba, muy bien modulada y agresiva en los momentos que así lo requerían.
El set list tiene dos puntales claros, sus dos mejores discos en solitario (“Arena en los bolsillos” y “Saldremos a la lluvia”) salpicado por memorables rolas del Último de la Fila y melodías hit de anteriores trabajos al último que da nombre a la gira. Los decibelios, el sudor y los grados centígrados del recinto no tardan en acelerarse. El pulso sin descanso y van cayendo grandes canciones como “Saldremos a la lluvia”, “Provincia de Río Negro”, “Cítricos amantes”, “Morder el polvo”, etc. Momentos especialmente álgidos se vivieron con la llegada de “Insurrección” (que impactó por su fuerza y el aire a himno generacional) “Prefiero el trapecio”, la sin igual “Como quien da un refresco” (para abrir el set de los bises) “Rosa de Alejandría” (dedicada al icono español del rock: Miguel Ríos) “Carbón y ramas secas” o “Levedad”.
La música de Manolo García es deudora del pop de los ochenta, con renovaciones en los noventa, aunque continúa en su evolución natural. Un trotamundos de nuestro pop, que atesora canciones donde se advierten giros muy marcados del más clásico rock, que enervan igualmente al respetable a cada compás y percutir de baquetas.
Caía la una de la madrugada y el espectáculo tocó a su fin. Las miles de personas que asistimos nos fuimos replegando progresivamente, para buscar el frescor de la noche tras el subidón térmico y de adrenalina que nos había proporcionado el poeta encarnado en cantante, Manolo García.
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