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La rubia de la soledad en la sonrisa
26.06.09 EPOPEYA - Escrito por: Eduardo Luna
En esta vida, puedes amar a un sólo Dios, pero nunca pretendas amar a una sola mujer. Corrían ríos de tinta tras la desaparición de la ex mujer de George Bacon. Que si había desaparecido en una fiesta de cumpleaños que su ex marido había preparado para ella, que si la vieron salir con un chico joven que a ella le doblaba la edad. En definitiva una serie de circunstancias adversas que derivaban todas en la figura de este kioskero, iniciado a la política de alto standing que creo su imperio siendo siempre el que descorría la cortina al terminar la función o recogía las sábanas de su superior después de ver los informativos de la televisión que él pagaba con sus malas artes. Ella se llamaba Belinda Kinsey.
Es, de momento, una mujer exuberante, con largas piernas dónde muchas lenguas se han perdido y un cabello rubio que nos llevaba a pensar que el platino era oro en las manos de aquella mujer, cuando se acariciaba el pelo. Su búsqueda había comenzado a las 02.00 horas del miércoles 25 de Junio. Después de largos días en la soledad de un libro, sólo me apetecía descansar de los humos de la gente, del ruido, del placer contenido, del whisky a altas horas en las faldas de una mujer. Baje a Epopeya, la noche estaba tranquila, todos dormían. Una voz delicada, me pidió fuego por la espalda. Al volverme vi un rostro que me era familiar. Era Rossy Mallone, una estrella rota por el abismo del dinero que de vez en cuando bajaba a los suburbios en busca de paciencia y rigor humano. Hablamos durante unos quince minutos y entendí perfectamente que su vida estaba absorbida por la sonrisa de muchos políticos y su riqueza por muchas braguetas desesperadas. Al marcharme, me dijo.-Se dónde está Belinda-. Imagínense la situación que se creó en ese momento. Tras la pregunta de cortesía, se acercó a mí con un aliento a tabaco y ron y me dijo muy cerca de mis labios. Está encerrada en un motel de carretera desahuciado. No le han dejado agua, ni comida, ni aliento para sobrevivir, sólo le han dejado un papel y una pluma para que describa que se siente en soledad antes de morir. Rossy sabía todo eso porque horas antes se había duchado con Bacon en una bañera redonda rodeada de champán y diamantes. Bacon le confesó que Belinda sólo pretendía sobornarlo con sus espectaculares ojos azules mientras le robaba el dinero que con tanto ahínco él había robado a los contribuyentes y allegados a su partido. Él le dijo que quería un crimen de película y que lo conseguiría costara lo que costara. Pero cometió un error, lo confesó todo en un ataque de extenuación y placer mientras Rossy terminaba su trabajo de lujo y preparaba la ofensiva para hundir a este tipo. Tenía más enemigos de los que todos creían. Avisamos a la policía y en menos de dos horas fuimos hasta el motel abandonado para rescatar a Belinda y como no, para hacer las fotos que determinarían el cierra de aquel monstruo mediático que manejaba Bacon y aplicar la ley más severa para un imbécil iniciado a asesino. Al llegar a la habitación, Belinda Kinsey no respondía y el pulso lo tenía débil. La policía tomo huellas y yo realicé todas las fotos necesarias para descubrir esta trama. Llamé a Rossy para agradecerle todo lo que había hecho y sólo supe decirme, yo también lo quería ver mordiendo el polvo. En la nota que había escrito Belinda, sólo aparecía una frase bastante concluyente. “Soy Belinda Kinsey, una mujer sola desde el día que conocí a mi odiado marido que hoy me deja soñar a solas con la muerte”. Seguían corriendo ríos de tinta por otros muchos temas, mientras Belinda se recuperaba en el hospital.
Pero me apetecía despertar solo en mi apartamento, mientras sonaba una nana de Ray Charles. Buenas Noches.
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