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Dibujando Tragedias
25.04.09 EPOPEYA - Escrito por: Eduardo Luna
Cuánto más añejo es el tiempo, más dulces y sinceras son las horas que paso a tu lado. Esas fueron las palabras que Helen Murray, dedicó a su última editorial en televisión el día que anunció que su país se colapsaba de vagabundos de moral y políticos ricos a nuestras espaldas y cruz. La demoledora recesión económica y moral que sufríamos hizo presagiar a la periodista más prestigiosa del momento que sus palabras no iban a llegar al puerto de la verdad y la transparencia y que en aquel momento sería carne de presa para Stephen Gordon, el secretario de medios de comunicación del presidente y que además era de izquierdas, con lo que eso implica.
Helen desapareció de la esfera pública y volvió a la ciudad, a nuestra ciudad. y mMe llamó para recorrer juntos las calles de la infancia dónde pulíamos la pureza del corazón a golpes de sonrisas. Ella rozaba los cincuenta y yo no llegaba a los treinta y dos, pero las tardes de sol y las sombras que nos persiguieron nos hicieron mayores sin darnos cuenta. En nuestra primera conversación, me dijo que iba a escribir un libro titulado “Dibujando Tragedias”. Quería que el prólogo lo escribiera yo y sin dudarlo acepté con sumo agrado y placer porque segura iba a ser uno de los libros más polémicos de los últimos veinte años. Helen no dejaba de beber whisky con soda en el Pub Harvey, un antro de sociedad y sociedades perversas. A las cuatro de la madrugada, hora que me lleva cada noche a mi almohada, nos fuimos a casa y en el camino, permaneció en silencio. En un instante volvió la vista hacia atrás y se dirigió a mimí con lágrimas en los labios. Son muchos los que se ahogan y pocos botes para rescatarlos. Son demasiados niños que comen una vez al día y sus padres salen de casa para no buscar un empleo sino para mendigar un sueldo. Podría contarte que el sol enamoró a la luna y que la luna duerme cada noche en mi cama. Pero no, son otras las cosas que nos hacen contar cada día en la televisión, por orden y directriz de los directores que están en recesión moral y doctrinal.
A los dos o tres días de nuestra segunda cita, Helen quiso vivir una noche de inspiración en Epopeya y así lo hicimos. En torno a las 3 de la madrugada, en pleno apogeo de la lucha contra la derrota en los bajos de la estación de metro, bajamos con la profesión en las manos y el alma en penumbra. Seguían estando allí los hombres y mujeres de hace unos meses, durmiendo en cartones soñando en el frío de la cruel tempestad de la vida que se vivió y el recuerdo que se quiere recobrar a costa de todo. Helen comenzó a entrevistar allí a uno tras otro, todos la miraban con entusiasmo porque la mujer que cada noche veían en casa lo estaba entrevistando con micrófono en mano y ojos ardientes. El libro fue fraguando su guión, Helen recordó esa noche como un despertar a las musas de la inspiración y me lo agradeció en un papel de amistad y cariño que me llegó a casa inesperadamente. En Epopeya pudo contemplar en versión reducida que nombre tiene la tragedia, que calza, que viste, cuáles son sus víctimas y sus victorias. Epopeya es un lugar dónde el negro es la luz, con esta frase comenzó la más valiente de las periodistas y la más transparente voz de la televisión, su libro “Dibujando Tragedias”. Dibujó con su pluma directa y contundente la realidad de un país que vive conectado a una botella de oxígeno y a miles de políticos que bostezan cuando leen los datos de la tragedia. Helen Murray es mi amiga y es también, un monumento a la libertad.
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