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El beso de la primavera
03.04.09 - Escrito por: Eduardo Luna
Un bostezo del viento nos ha trasladado hasta aquí. Hasta este punto exacto de la Andalucía interior, hasta el corazón coronado de espinas que escribirá de nuevo páginas de gloria y melancolía en los corazones nublados por el incienso de los asistentes al teatro del dolor. Es la hora de la transición visual de las calles de La Milenaria Ciudad que da cabida a los sueños fraguados en las mentes de niños que hoy son futuro, esperanza y rigor de todas nuestras cofradías. Porque todos esperamos la luz de las candelerías anunciando lágrimas y soledad, desconsuelo y pérdidas, traición y perdón.
Quizás algunos vuelquen sus esperanzas de noches azules en ver cruzar entre el anonimato y la duda a un capuchón franciscano, calle José de Silva abajo y pensar que todo comenzará para Él después de la gloria de las palmas y los olivos.
Y podemos ser invisibles entre la multitud, para navegar en el universo costalero de cada canastilla y sentir entre el cielo y la tierra como la Plaza de Aguilar y Eslava es la cara y la cruz de la pena y la algarabía representadas en una misma Madre Dolorosa con distintas advocaciones. Pero hay algo que rompe hasta los mimbres heterodoxos de la imaginación más oceánica, la Voz de las calles de Cabra. Esa voz silenciosa que nos habla cuando apoyamos el cansancio viendo pasar El Silencio. O esa otra que nos dicta la calle Platerías cuando un Cristo expirante nos salva una primavera más para seguir manifestando su amor por nosotros. Soportales de Santo Domingo que huelen a gente de toda la vida, esperando que sus manos artesanales de pestiños, gajorros y empanadillas de sidra sirvan para endulzar la traición del hombre a un Dios paciente ante su crucifixión. La voz rota de las piedras de La Villa, que mezclan las oraciones platerescas de muchos palios que cobijan a corazones rotos de Vírgenes Egabrenses y Cristos ultrajados que son uno sólo, en la subida al calvario con su inigualable cruz de plata. El grito de un barrio que pide clemencia para el Señor sentenciado por la incoherencia política en tiempos de Poncio Pilato, mientras el azahar abraza a la Paz que no encuentra consuelo ni en el sol, ni la blancura de su manto, ni en la mirada de las gentes de Cabra. Escucha la Voz de las calles de Cabra, llega por detrás y nos tapa los ojos para que imaginemos una Pasión entendida desde el Sur y por último aguarda el beso de la primavera. Ese beso que año tras año nos lleva a decir…es Semana Santa en Cabra.
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