|
LA VENTANA DEL MEDIO AMBIENTE: Verdades y mentiras de una incomodidad
una sección de mateo l. olaya marín - Escrito por:
Hay cosas del pasado que se asentaron con claridad en nuestra memoria. Recuerdo, como si fuera hoy, la imagen de mi segundo año de carrera, cuando en un aula perdida de la Facultad de Ciencias de Granada entró un hombre alto, rubio, enjuto y con una voz exenta de calidez y rotundidad, lo contrario a lo esperado por su apariencia. Eran los comienzos de la asignatura de Química aplicada al Medio Ambiente. La tarjeta de salutación de este profesor tan curioso fue ponernos, con una serie de datos preocupantes, frente a la cruda realidad de lo que ya, entonces, dibujaba sobre el planeta el cambio climático.
Han pasado diez años y el escenario global sigue, como mínimo, igual o, en sano ejercicio de honestidad, peor aún. Cuando mi profesor de Química se plantó en aquella aula fría e inhóspita, campaban a sus anchas por los informativos las noticias sobre la inminente celebración de una reunión en Kyoto de países industrializados para abordar el problema del cambio climático. De esa cumbre nació el celebérrimo Protocolo de Kyoto, toda una declaración de intenciones, más bien de cara a la galería, que con el paso de los años ha ido perdiendo credibilidad, convirtiéndose en papel mojado, puro y duro.
Uno de los principales escollos de que, por un lado, no se llegaran a niveles de compromiso más altos en ese protocolo, y también de que actualmente no se haya dado ejemplo para salvar ese largo trecho que hay entre el dicho y el hecho, fue y es EEUU, que en aquellas calendas tenía a Al Gore como vicepresidente. No obstante, el político norteamericano tenía a sus espaldas unos años en los que destacaba por su preocupación medioambiental, aunque ésta chocaba frontalmente con los intereses y la insensibilidad del gobierno al que pertenecía. La misma del que hoy rige los designios de la potencia mundial, por cierto.
Pero como los toros se ven desde la barrera de distinta forma, el que se vio en una difícil disyuntiva ha causado ahora un revuelo con la publicación de su documental “Una verdad incómoda”, que le ha valido, incoherencias e intereses crematísticos aparte (a ningún cojo se le olvidan las muletas) tres eximios galardones: Oscar al mejor documental (2006) Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional (2007) y Premio Nobel de la Paz (2007).
Por desgracia, el documental se ha convertido en carne de cañón para el debate político, y se ha descuidado el verdadero trasfondo del mismo, el mensaje esencial que persigue exponernos, en el que subyace un deterioro progresivo y crónico del medio que nos permite vivir: la naturaleza. Me han causado pavor ciertas declaraciones pronunciadas desafortunadamente, porque pavor experimento cuando advierto en personajes públicos una focalización del debate a desacreditar a la persona de Al Gore, eludiendo entrar en lo que en verdad importa: una verdad, valga la redundancia y nunca mejor dicho, muy incómoda. La naturaleza se salvará si actuamos, no si hablamos y nos perdemos en circunloquios.
Independientemente de si el documental incurre en tintes dramáticos y catastrofistas en exceso, con algunas irregularidades científicas y en ocasiones deducciones poco racionales, veleidades y errores del reportaje que considero ciertas, lo irreprochable es que la mayor parte de la comunidad científica mundial avala con sus estudios la veracidad de un cambio climático, que va a más, inducido por el hombre. No vale en este sentido apoyarnos en que de forma natural la tierra presenta un efecto invernadero, circunstancia que glosaremos en otro número de este periódico, pues una cosa es esto, y otra bien distinta las dimensiones que está tomando la realidad del planeta, mucho más virulenta y grave que si estuviéramos embarcados en un fenómeno netamente natural. No, estamos ante algo concretamente antrópico, causado por el hombre, su insolidaridad y avaricia.
Mientras tanto, unos por otros y la casa sin barrer. En lugar de rasgarnos las vestiduras por que alguien aparezca en España, y en todo el mundo, intentando concienciar sobre algo más que obvio, deberíamos apretarnos bien los machos, vestirnos adecuadamente de solidaridad, responsabilidad y sensatez, para empezar desde ya a luchar en verdad, y no en la ficción del papel, contra el cambio climático.
Una evidencia científica más ha saltado a la palestra no hace mucho. El cinturón del trópico, donde se registran las temperaturas más altas del planeta, está aumentando de forma alarmante, a causa del cambio climático global. Lo que significa que zonas geográficas tradicionalmente más frías, pasarán en breve a sufrir los estragos de un cambio brusco de su clima, con los desequilibrios y desajustes que ello provoca en un ecosistema.
¿Qué más evidencias nos hacen falta para, de una vez, hacer algo en común?
|
|
|
|
|
|