|
FRANCISCO MÉNDEZ DE SAN JULIÁN Y BELDA, 1858-1925
25.01.14 - Escrito por: Lourdes Pérez Moral
Pese a la todavía vigente crisis económica, la industria agroalimentaria española de grasas y aceites sigue ocupando el tercer puesto en materia de exportaciones. Al mismo tiempo, los datos suministrados por la Agencia para el Aceite de Oliva indican el crecimiento, en miles de toneladas, de la exportación oleícola. Es aquí donde Andalucía juega un papel destacado al concentrar el 84"4% de la producción nacional y dos de sus provincias, Jaén y Córdoba, las que influyen decisivamente en el resultado del balance total español. Sin embargo, su peso, se reduce considerablemente en términos de valor añadido en atención al tipo de exportación: marquista o granel.
No es de extrañar que, cuando apenas quedan unas horas para la clausura de la trigésimo cuarta edición de la Feria Internacional de Turismo en España (FITUR), la cultura del olivar y el aceite de oliva hayan marcado la pauta en materia de promoción al objeto de conquistar una tipología turística específica a semejanza de la ya consolidada cultura de la vid y los vinos a través de una simple sinergia temporal que, nuestro consistorio, ha sabido emular: un magnífico spot que no debiera caer en saco roto.
En el último tercio del siglo XIX, célebres tratados de agronomía ya documentaban que los olivares egabrenses se multiplicaban de un modo prodigioso y que sus aceites eran algo más amarillos, agradables al paladar y de sabor más bien dulce presentando la ventaja de ser ideales para el consumo directo a la vez que se amoldaban para la confección de tipos. Paradójicamente, su explotación autóctona era deficitaria. El establecimiento de molinos había quedado reducido notablemente a poco más de una treintena hacia 1902, año de la instalación de una empresa llamada a creciente desarrollo: Pallarés Hermanos.
Así las cosas, hubo quién propugnaría un cambio de mentalidad a través de una máxima que un productor, inventor y político nunca se cansó de repetir: "los Pueblos son grandes por lo que exportan". Era Francisco Méndez de San Julián y Belda, segundo marqués de Cabra. De igual forma, fue un acérrimo defensor de la unidad en el sector que ya revelaba su particular idiosincrasia: amplio, disperso y, lo más lamentable, atiborrado de intereses contrapuestos.
Productores y exportadores habían cumplimentado su separación formal. Había nacido la Asociación Nacional de Olivareros, que Méndez de San Julián llegó a presidir y, la Federación de Exportadores de Aceite de Oliva de España, hoy ASOLIVA, presidida por un tortosino pero egabrense de adopción.
Ni uno ni otro pudieron acallar las denuncias de economistas como Muguerza ("nuestros olivicultores prefieren suministrar la materia prima a los fabricantes extranjeros para que estos elaboren los tipos acreditados y no quieren tolerar siquiera que aquí se establezcan y prosperen los que pretenden dedicarse a esta industria que tan pingües beneficios deja en otros países") o Bermúdez Cañete ("creíamos que para vender aceite no hacían falta estudios ni aprendizajes y ahora viene la implacable realidad a decirnos que, para vencer en el mercado internacional, hacen falta muchos estudios y una muy grande preparación") que, aún hoy, siguen vigentes.
|
|
|
|
|
|