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UNA COLABORACIÓN DE MATEO L. OLAYA MARÍN - Escrito por:

”Si pudiera hacer algo por Decreto, sería reunir a Héroes del Silencio” (Carmen Calvo dixit)

¡Qué digo!, como mínimo estará exultante.

Cuando nuestra paisana Carmen Calvo era Ministra de Cultura, manifestó públicamente en más de una ocasión que era seguidora y fan del grupo de rock “Héroes del Silencio” y que deseaba pronto su vuelta a los escenarios hasta el punto de afirmar que “si pudiera hacer algo por Decreto, sería reunir a Héroes del Silencio”. Unos comentarios de cuya trascendencia en la crítica política nunca me preocupé por conocer, aunque supongo que algunos los acogerían con cierta sorna y mofa ante esa condición de rockera o “mujer de negro” que siempre ha llevado a gala, y muy bien que hace, Carmen Calvo. Pero para qué entrar en semejantes disquisiciones, si todavía los hay que no ven más allá de sus narices y del estrecho mundo de las ideas que les rodea.

No sólo ella, sino todos los que nos sentimos seguidores de “Héroes del Silencio” recibimos hace meses una de las mejores noticias que cualquier buen diletante rockero que se precie puede recibir: la vuelta de la que fue, y sigue siendo, la banda de rock español más importante de todos los tiempos, para hacer una gira mundial de diez conciertos con motivo de difundir la imagen de Zaragoza y la exposición del 2008.

El regreso de Enrique Bunbury, Juan Valdivia, Joaquín Cardiel y Pedro Andreu –esta vez con Gonzalo Valdivia como el “quinto Héroe”- era esa cuenta pendiente que el grupo había contraído con sus acérrimos seguidores mundiales, cuando en un madrileño Hard Rock Café anunciaron, allá por otoño de 1996, su retirada, a pesar de encontrarse en la cúspide de su carrera. “No habrá más héroes”: categórica frase que se divulgó entonces y que cercenó de un plumazo todas las posibilidades de expansión del rock español de calidad allende los mares. En esos momentos el horizonte se oscureció y todos supimos que en Alemania, Italia o EEUU no volverían a cantar en español, y en directo, canciones emblemáticas bajo el lenguaje universal del rock.

La historia de este mítico grupo se escribe a golpe de grandes éxitos y superación de todas las previsiones habidas y por haber, para gozo de muchos y desgracia de otros. La publicación de cuatro discos en estudio y tres directos hasta que se disolvieron, y posteriormente toda la serie de discos publicados entre rarezas, material inédito y recopilatorios (estos últimos por iniciativa de EMI, no del grupo) han dado como resultado unas ventas millonarias. Productores de la talla de Phil Manzanera y Bob Ezrin –manos que tan sólo trabajan con el caviar del rock- no pudieron resistirse a trabajar con ellos y así sumergirse en sus apasionantes entrañas. En toda su trayectoria se ha podido apreciar la calidad musical de sus canciones, perfectamente estructuradas y que fluyen fundamentalmente de las posibilidades melódicas del guitarrista y maestro Juan Valdivia, cual perfecto transcriptor. La música se transmite a través de unas letras muy sofisticadas y enrevesadas, campo abonado para la inspiración de Bunbury y s

u tradición poética, en la que la metáfora vuela por sí sola asentándose en todos y cada unos de los párrafos de las canciones. Una poesía, la de Héroes del Silencio, que bebe de inmejorables fuentes: los Wiliam Blake, Oscar Wilde, generación del 27 o Mario Benedetti.

En Héroes del Silencio no existe el término medio. Es un grupo que o bien congrega a millones de seguidores entusiasmados, como así lo hacen incluso después de haber estado once años en el dique seco, o arrastra a una amplia ristra de detractores que orientan sus críticas en la forma de cantar de Bunbury o en precisamente las letras, cuando éstas son un alarde poético muy instructivo en unos tiempos en los que a cualquiera se le llama poeta, por juntar dos versos que riman y poco más. Paradojas de la vida: nunca se ve, o se quiere ver, la virtud de los grandes. Y Bunbury lo es, como así lo ha demostrado con su trayectoria en solitario, que nos ha deparado una joya de la discografía de la música española: “Pequeño” (1999).

No han sido pocas las ocasiones en las que los de ceguera profunda han intentado buscar parecidos entre “Héroes del Silencio” y algún grupo anterior, para tacharles de plagiadores, incluso al extravagante Bunbury le han buscado un espejo en el que cargar sus más crudas tintas. Como todo músico, no son ajenos a los que caminaron por la senda del rock antes que ellos, pero nadie puede dudar que infructuoso será el ejercicio de buscarles parecido alguno, porque esta banda zaragozana es única, con una forma de hacer rock único, que triunfó fuera de nuestro país sin tener que ceder al inglés, sino haciendo gala de su idioma de origen –hasta entonces no había salido al mercado un fenómeno de tal magnitud- con un cantante histriónico, de una personalidad tan grande que para algunos era insultante; un grupo con un directo inmejorable, radiante, rabioso, valiente, provocador y esa voz engolada de Enrique Ortiz de Landázury (Enrique Bunbury) moviéndose y escenificando de una forma tan particular los temas que venciero

n al silencio.

En su repertorio encontramos desde las canciones donde destellan los decibelios más elevados, en un alarde de música eléctrica y fuerte, hasta baladas memorables y temas más sosegados. El agua como la evasión de la personalidad y el sitio donde ahogar las penas y los recuerdos para empezar una vida nueva en “El estanque”, “Mar adentro” o “El mar no cesa”; las traiciones y los desamores, unidos a las incertidumbres y las disyuntivas en “Oración”, “La Carta” o “Entre dos tierras” (que los catapultó al estrellato); fruto de un trabajo intenso envuelto en los efluvios de Baco y otros alcoholes aparecieron “Sirena varada”, “Nuestros nombres”, “Camino del exceso”; canciones en clave lírica y romántica como “La herida” o “Flor de loto”, donde, como en otras, encontramos a un grupo arraigado también entre la India y Nepal, pasando por los lagos de Pokara; la canción de protesta e incitación al inconformismo y el valor de la juventud con su rabia insolente tiene su eco más rotundo en “Iberia Sumergida”, “Avalancha” o

“Deshacer el mundo”; con “Opio” fueron capaces de hacer una verdadera obra de arte entre el rock y el vals de guitarras, bajo y batería; con “Bendecida”, “Bendecida 2” y “La chispa adecuada –bendecida 3-“ Bunbury canta como nadie a un amor que se fue; en “Maldito duende” la noche es toda magia y en mitad de sus estrellas se firmó uno de los temas de nuestro rock más auténticos; “Héroe de leyenda” se erigió en la canción primigenia del grupo y, hoy, es leyenda y mito. Como leyenda y mito son Héroes del Silencio.

Todo este vertiginoso currículum se granjeó en apenas ocho años, lo que supuso una intensidad casi extenuante en la que la banda se sometió a unos períodos de trabajo y sacrificio verdaderamente ejemplares. Quizás esta presión a la que estaban sometidos, los éxitos continuos donde parecía que el horizonte nunca llegaba a su fin y la vorágine propia de las grandes estrellas del rock, catalizaron la extinción del grupo cuando nadie lo esperaba. Pero eso pasó y ahora en el 2007 han vuelto para tocar y demostrar que siguen siendo lo que fueron, incluso más, y que no sólo arrastran a las generaciones coetáneas de “Entre dos tierras” o “Avalancha”, sino también a aquellas que no tuvieron la suerte de verles en directo en sus eternas giras por Europa, Sudamérica, Centroamérica y EEUU.

Entre los cuatro conciertos que darán en España (10 y 12 de octubre en Zaragoza, 20 de octubre en Sevilla y 27 del mismo mes en Valencia) serán 300.000 personas las que se agolpen para no perderse detalle de un regreso histórico y, quién sabe, una despedida definitiva, o un quizás. Algo debe de tener “Héroes del Silencio” cuando el día en el que salieron a la venta las 65.000 entradas para el concierto de Sevilla, hablamos del mes de abril, éstas se agotaron en tan sólo diez horas. Un fenómeno de estas características bien merece una cobertura informativa de primer orden, como así parece estar dándose ya en televisiones, emisoras de radio y periódicos.

Observando la estela que han dejado en Guatemala, Argentina, EEUU y México en la primera parte de este tour de 2007, cualquiera puede comprender, si es que todavía no lo había hecho, que en verdad la música que hace esta banda española ha entrado por derecho en el olimpo de la historia del rock. Ahora le toca el turno a Zaragoza, Sevilla y Valencia y después, ellos y el destino dirán. Por lo pronto esa frase de Carmen Calvo que, como Ministra, pedía encarecidamente la vuelta del grupo, se ha hecho realidad y esa “gira del próximo milenio” proféticamente anunciada por Enrique Bunbury en los últimos conciertos de 1996, está teniendo su refrendo. Ahora, la lapidaria frase podría convertirse en algo así como “si pudiera hacer algo por Decreto, sería impedir que Héroes del Silencio digan en Valencia, el próximo 27 de octubre, su adiós definitivo”.

Sea cual sea el futuro después de esta histórica reunificación del grupo, los arpegios de sus guitarras, el ritmo trepidante de su batería, la acústica tan personal y original que emiten y la sin igual voz de Bunbury son ya parte de la leyenda. Héroes de una leyenda que empezó a escribirse en 1985.

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