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Al antiguo ábside de la Asunción, ahora coro bajo, se le va a dar una nueva misión. Se va a convertir en capilla de las Ánimas y se va a abrir cripta para enterrar a sus hermanos.

En la visita del domingo 15 de noviembre de 1587, el Doctor Lope de Ribera, Visitador del obispado, reconoce un ingreso de la Fábrica de 4.223 mrs. de limosnas de entradas de "sepulturas en un hueco de la capilla de las Ánimas que llaman tribuna". Era vicario don Mateo Gómez Villamarín y Rosa y Obrero de Fábrica don Miguel Díaz de Velasco. Pero ahora se resienten las dos naves laterales primitivas, pese a tener el refuerzo de las dos nuevas.

En el año 1589, "Su señoría del Obispo de Cordoua mandó que las dos naves de la yglesia mayor, que son alta y baxa, questavan arruinadas, se reparasen y echasen techos de pino como estaban; e la canal maestra, que hazía daño en la sacristía, conforme al parezer del maestro mayor deste Obispado; y ansí el dicho maestro mayor [Hernán Ruiz] visitó la dicha iglesia e traçó como se avía de reparar; e conforme a la dicha traça, el dicho obrero a gastado en la dicha obra ciento e noventa e cinco mil e novecientos e ochenta e quatro marevavedís, que se le descargan".

El domingo 11 de marzo de 1590, el Doctor Lope de Rivera, Visitador del obispado, visita la iglesia de la Asunción, donde hace un inventario de ornamentos de la misma. Lo hace en presencia del nuevo vicario don Miguel Díaz de Velasco.

En el año 1591 se descargan al Obrero de Fábrica 24 reales que había gastado en apuntalar la capilla mayor de la iglesia, "que se estaba cayendo, con álamos blancos, hasta que se repare, para lo qual tiene comprados materiales, como pareció escrito en su libro". Pero los cimientos siguen dando problemas.

Al año siguiente, 1592, se pagan a Hernán Ruiz III, maestro mayor del obispado, dos ducados por venir a Cabra "a ver la capilla mayor della y nave colateral para dar traza como se a de hacer". Fue durante un viaje que hizo a Rute y paró en Cabra un día por orden del Visitador, en sede vacante.

El martes 4 de marzo de 1592, el Doctor don Diego López de Frómista, Visitador del Obispado, visita y describe la iglesia de la Asunción. Dice así: "Luego visitó el cuerpo material de la dicha iglesia ques como navío de cinco naves con quatro danças de arcos de largo a largo. Los posteles e bazas de piedra colorada e algunos negros teñidos a lo morisco. Los techos algo baxos de madera labrada e tablazón.La capilla mayor el techo de bóveda con sus lazos de moldura.

El altar mayor tenía un retablo de cinco órdenes, dorado e pintado, cono mucha imajenería de bulto y talla e de pinzel y encima dos guarniciones en los extremos e remates con flores doradas a media el retablo del testero de la capilla. El tabernáculo do estaba el Santísimo Sacramento hera pequeño dorado.
El coro en la nave de en medio en el testero frontero del altar mayor en baxo e junto a él a un lado, en alto, la tribuna del órgano.

Tenía la iglesia tres puertas trianguladas y estaba solada de ladrillo. La sacristía estaba con dos puertas a un lado de la iglesia, suficiente para ella...
El sagrario nuevo de talla e moldura están en blanco. A menester repara el cetro de la cruz de perlas pequeño en caxa..."

Unos meses más tarde, dentro ya de 1593, por orden del Doctor don Diego López de Frómista, canónigo de la catedral y Visitador General del obispado, se le pagan a Hernán Ruiz "quatro mil quatrocientos y ochenta y ocho maravedís" por venir dos veces a Cabra "a dar traza como se avía de reparar la esquina de la nave colateral de la dicha iglesia mayor, que se estaba hundiendo y la a fecho el dicho licenciado Miguel Díaz de Velasco de nuevo, y a ver otros remiendos que se an fecho, como constó por el dicho mandamiento, que mostró carta de pago".

También se habían reparado unas casas que la iglesia tenía junto a la ermita de San Ana. El gasto total ha sido de 211.525 maravedíes, invertidos en madera, ladrillos, cal, arena, agua, yeso, ripios y otros materiales, así como los jornales de los maestros y peones.

A finales del siglo XVI, el Bachiller Martín Pérez de Aguilar, presbítero, obtuvo licencia para labrar una capilla en el muro sur, a la altura del comienzo de la actual sacristía grande. Sería dedicada a San Acisclo y Santa Victoria, Patronos de la ciudad de Córdoba, con una capellanía dotada de importantes bienes e ingresos.

En el año 1620 se pagan doce ducados a Blas de Masavel, maestro mayor de Córdoba, por mandato del Obispo de venir a Cabra "a dar traza a la obra de la sacristía". Era vicario el licenciado don Pedro de Montes.

Se trata de la llamada sacristía grande, que iba a necesitar el espacio que venía ocupando la capilla de San Acisclo y Santa Victoria, por lo que se ofreció, a cambio, a sus patronos un lugar para hacer nueva capilla entre el extremo de la nueva sacristía y la puerta principal de la iglesia.

El día 12 de febrero de 1626 las lluvias habían derribado parte de la muralla que daba a la Plaza Baja, frente a la iglesia de la Asunción y se requirió por el Cabildo egabrense a Luis González Bailén para emitir un informe, en su condición de Maestro Mayor de las Obras del duque de Sesa. González Bailén entiende que no es necesario terminar de derribar todo el paño de muralla y que se puede reparar lo que ha caído. Pero cuatro maestros de obras estiman que hay que derribar incluso la torrecilla del reloj que, según ellos, amenaza ruina y puede caer sobre los peones. El Cabildo se decide por la opinión de los maestros de obras y se ordena la demolición de la muralla.

De este derribo se aprovecharía el duque de Sesa para ordenar que se abriera un camino que subiera directamente al patio de armas del castillo y que permitiera el acceso al mismo de los carruajes.

En el año 1636 surge un nuevo problema con la torre exenta de campanas. En las cuentas de Fábrica figura un gasto de 164 reales, según certificación y testimonio del escribano Pedro Gutiérrez de los Ríos, firmado por don Juan Gil de Padilla, regidor y diputado del Cabildo, por haber caído "la torre de campanas sobre la cárcel desta villa, en un reparo que se hizo en la dicha torre".

Por ese tiempo, se pone de moda poner frontales de mesa de altar o antipendios de mármol rojo de Cabra.

El mármol rojo se había convertido en un importante elemento ornamental en retablos, tabernáculos o incluso fachadas de templos, pero también en los frontales de altar.

El día 16 de julio de 1632, Benito Sánchez Bueso y Esteban Pérez Bejarano, canteros y Juan López Sobrino el mozo, su fiador, se obligan con el licenciado don Pedro de Vergara, capellán de la Capilla de los Obispos de la Catedral de Córdoba, a hacer un "frontal de piedra de jaspe colorado para el altar de la capilla de los Obispos, que está en la iglesia y catedral de la ciudad de Córdoba".

Es condición que el largo será el que se les indique. Ocupará todo lo que hay "de vuelo a vuelo de las otobasas de las columnas que están a los lados de dicho altar". Se indica que el jaspe ha de ser colorado "de lo mejor que se suele llevar a la dicha ciudad".

Los canteros se obligan a darlo "labrado y asperoneado y sacado de rasguño y bruñido por quatro partes, que son las que se ven", puesto en la ciudad de Córdoba. También han de hacerle "un rebajo para asentar el ara" en su sitio.

El frontal tenía que estar acabado para finales del mes de agosto inmediato. Se tasa en el precio de 80 ducados, de los que ahora reciben la mitad.

El día 31 de marzo de 1637, Juan de Morales, maestro de cantería, vecino de Cabra, confiesa haber recibido de don Juan de Casela, Prior y canónigo de la Santa iglesia Catedral de la ciudad de Jaén, 400 reales, del resto de una escritura de mayor contia, ante el escribano Pedro Gutiérrez de los Ríos, de un frontal de jaspe. Se da por contento, pagado y entregado y otorga la correspondiente carta de pago y finiquito.

Poco a poco, el primitivo frontal liso se enriquece con determinadas labores de incrustaciones o relieves en el mismo, con claros efectos de suntuosidad.
Mientras tanto, la debilidad del terreno y los cimientos siguen dando problemas a la iglesia de la Asunción.

El día 4 de diciembre de 1660, siendo vicario don Sebastián de Cárdenas, se da cuenta de unas obras en "la pared de la puerta principal" y en dos naves de los lados. Se dice que estaban hundiéndose, "que se derribó toda la pared y descubrieron dichas dos naves, en que hubo tres meses de obra continuada y parece de memorial por mejor jurado por Antonio Martínez, maestro de albañilería y reconocido por el maestro Pablo de Jinestar, maestro mayor de Su Excelencia, auer costado de manos y materiales y demás gastos a más de dos mil y quinientos ladrillos y seiscientas tejas y cuatro cargas de pino que quedaron en ser en visita pasada; y así mismo echar suelos a los lagares, año de zinquenta y nueve, la cual declaración se hizo ante [Diego] Felipe Ramírez, notario, y parece aver montado todo seis mil quinientos y treinta y cinco reales y veinte y quatro maravedís, que se le hacen buenos".

El día 15 de enero de 1663, Juan Rodríguez Navajas y Antonio Rodríguez Navajas, maestros de cantería, otorgan una escritura de obligación con el licenciado Manuel Jiménez Recio, obrero y mayordomo, en nombre de la Fábrica de la iglesia de la Asunción.

Se obligan a hacer "una fuente ochavada de piedra blanca, que tenga cuatro caños, de vara y media de suelo y el pleital de dos tercias de alto y la grada de cuatro dedos de alto, con su taza, de donde salga el agua; con sus cuatro caños a la taza, con su losería y la altura del agua ha de subir siete cuartas de alto y antes menos". La entregarán "bruñida de todo, por el mes de abril de este año". La Fábrica ha de pagar la mitad del gasto de la traída de la piedra desde la cantera. En el precio total de 300 reales, de los que reciben cien a cuenta.

Se les irá pagando conforme se vaya trabajando. El pago final se hará "a vista de maestros que lo entiendan". Los canteros no saben escribir.

El día 29 de junio de 1664, el Obrero de Fábrica presenta las cuentas de "mudar la fuente y aguamanil de la sacristía = La fuente y aguamanil questá en la sacristía se mudó de la parte donde estaba a donde oy está y como constó de declaración jurada de Joseph Granados de la Barrera, maestro, que la mudó y por su carta de pago; que todo pasó ante Francisco de Cuenca, notario en esta villa, su fecha de veinte y nueve de junio deste presente año de seiscientos sesenta y quatro, constó aver tenido de costas y pagado el dicho obrero mil ochocientos y sesenta y quatro reales".

En cuanto al labrado de frontales de altar de mármol rojo de Cabra, su mayor auge llega con el egabrense José Granados de la Barrera, Maestro Mayor ahora de la Catedral de Granada, que da el impulso definitivo a esta corriente.

Precisamente por esta circunstancia, Granada va a convertirse en ejemplo y modelo de la nueva moda, que llegará a toda Andalucía.

Al principio, los frontales eran menos suntuosos y solían limitarse a una decoración incisa y esgrafiada, con algún caso de talla en relieve.

Se trataba de dar a la piedra el aspecto de tener puesto encima un paño de tela bordada, mediante el tallado de ciertas incisiones en su parte delantera, con cenefas y flecos o "flueques", que simulaban incluso puntillas de encajes de hilo.

Lo que se conocía como un "frontal vestido", que podía llevar tallados incluso motivos vegetales.

Un modelo de frontal compartimentado, con caídas fingidas, mediante la incisión de galones y flecos. Una decoración incisa que, a menudo, se labraba con la intención de ser posteriormente realzada con pan de oro.

El modelo fue evolucionando con los años, añadiéndose, en ocasiones, incrustaciones de figuras geométricas

Un exorno que ayudaba a suplir, con decoro, la ausencia del paño bordado en los momentos en que no se hacía celebración litúrgica.

El día 2 de diciembre de 1666 se presentaron las cuentas del labrado de un frontal de jaspe para el altar mayor de la iglesia de la Asunción. Era vicario el licenciado don Gregorio Gallinas Ordóñez y Orejón.

El coste total fue de 900 reales y medio, en los siguientes conceptos:
- Del jaspe para el dicho frontal, 450 reales
- De cinco días que trabajó un maestro en labrarlo, a ocho reales y medio cada uno, 42 reales.
- De un oficial que trabajó un día en lugar del maestro, 8 reales.
- De cinco días que trabajó el dicho con el maestro, a seis reales, 30 reales.
- De diez y seis peones a seis reales menos cuartillo, 92 reales.
- De tres cahíces y nueve fanegas de yeso, a veinte reales, 75 reales.
- De la traída de tres días un hombre y una mula, a ocho reales, 24 reales.
- De tres arrobas de vino, a seis reales, 18 reales.
- De traer arena y cal un día un hombre y una mula, 8 reales.
- De medio cahiz de cal, 10 reales.
- A Antonio Rodríguez [Navajas], maestro de cantería, se le dieron veinte y un reales por tres días que trabajó en cortar losas para asentar el frontal, a siete reales cada uno, 21 reales.
- De dos espuertas, dos cangilones y una madeja de tomiza, 3 reales.
- De limpiar y sacar la broza de la obra, dos días, mozo y mula, 16 reales.
- De limpiar las gradas del altar mayor, un peón que trabajó tres días, 24 reales.
- El maestro que hizo el frontal asistió a asentarle un día y se le dieron 8 reales.
- De almagre para colorear las junturas de las gradas y frontal, 1 real.
- De dos libros de oro para dorar el frontal, 36 reales.
- Al maestro que lo doró se le dieron por su trabajo 33 reales.

La estela de Granados de la Barrera sería seguida, dentro del siglo XVII, por los hermanos Antonio y Juan Rodríguez Navajas y Melchor de Aguirre, que sucedería a Granados como Maestro Mayor de la catedral de Granada. Todos ellos vecinos de Cabra.

El día 24 de febrero de 1671, Juan Rodríguez Navajas se obliga a entregar al licenciado don Jacinto de Alcántara Leiva, presbítero, "cinco frontales de jaspe colorado, de a tres baras de largo cada uno y bara y media tercia de alto, con todos sus flueques esculpidos en ellos y en los tres, demás de los flueques, a de dar esculpidos las Armas del Santo Oficio". Los entregará antes del final de julio del presente año, puestos en el convento de San Francisco de Paula. En el precio de 350 reales cada frontal, "para remitirlos a la parte que le convenga".

El día 26 de febrero de 1676, Juan Rodríguez Navajas, maestro de cantería, se obliga con el licenciado don Juan de Sotomayor, presbítero, Beneficiado de la parroquia de Santo Domingo de Silos, de la ciudad de Córdoba, a poner a su costa a mediado del mes de abril, en el cementerio de dicha iglesia, "un frontal de piedra jaspe colorado" que se ha de poner en la iglesia. Ha de tener "quince palmos de largo y cinco de alto y uno de grueso, labrado y bruñido y sacado de raya, que no sea necesario más que lustrarlo". En precio de mil reales, de los que recibe quinientos en ese momento. Después, recibirá doscientos reales a primero de abril y los trescientos restantes a la entrega del frontal. El cantero se obliga a "hacer, beneficiar y labrar" el frontal a satisfacción del licenciado.

El mármol rojo de Cabra seguiría siendo el material preferido para estos frontales a lo largo del siglo XVIII con Francisco Hurtado Izquierdo y José de Bada Navajas, natural de Lucena y de madre egabrense.

(continuará)

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