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La capilla de los santos Cosme y Damián (I)

09.09.20 - Escrito por: Antonio Moreno Hurtado

En la iglesia de la Asunción y Ángeles se conserva un antiguo retablo dedicado a los Santos Cosme y Damián, médicos y hermanos gemelos, cuya historia nos cuenta el dominico Jacobus de Voragine en su libro Legenda aurea (La leyenda dorada), del año 1275.

Los hermanos Cosme y Damián habían nacido en Arabia en el siglo III de la era cristiana y se habían criado dentro de la fe de Jesucristo. Fueron médicos y cirujanos y se hicieron célebres por sus hechos milagrosos y su caridad, en Cilicia (Anatolia). Fueron decapitados por orden del emperador Diocleciano. Son patrones de los médicos, cirujanos, boticarios, barberos y hospitales.

Hay noticias de milagros y curaciones maravillosas hechas por los santos después de su muerte. Una de ellas les relaciona con el emperador Justiniano I, de Constantinopla, en las mismas circunstancias que las de un sacristán del mismo nombre. La leyenda más conocida es la de la curación de una pierna a un sacristán de Roma. Se cuenta de un sacristán, llamado Justiniano, que tenía gangrena en una pierna y recibió una visión en la iglesia de los Santos Cosme y Damián, en Roma. Una noche soñó que los dos santos venían y le cortaban su miembro afectado y en su lugar le trasplantaban la pierna de un criado africano muerto, que había sido recientemente enterrado en el cementerio de San Pedro ad Vincula. Al despertar, el sacristán se dio cuenta de que tenía una saludable pierna negra, a la vez que, al ir a la tumba del criado, se descubrió que le faltaba uno de los miembros y estaba allí la pierna blanca del sacristán. Se conservan varias versiones del milagro.

En el lienzo de Cabra, montado sobre tabla, el criado negro aparece muerto y envuelto parcialmente por un sudario blanco. En la parte superior hay una imagen de la Virgen con Niño.

En un cuadro de finales del siglo XV, atribuido al llamado Maestro de los Balbases, hoy en la Wellcome Library, de Londres, no aparece el criado muerto, pero hay tres ángeles que ayudan a los santos médicos. Datado hacia el año 1495. En un lienzo de Fra Angélico, titulado "La curación de Justiniano por San Cosme y San Damián", no aparece el criado negro, pero sí una pierna negra que los santos están poniendo al enfermo. En una tabla del siglo XVI que se conserva en el Museo Nacional de Escultura, de Valladolid, hay una diferencia importante. En ella, el criado negro no está muerto, sino que aparece tumbado en el suelo, al pie de la cama, con claros gestos de dolor. Se atribuye a Isidro de Villoldo. Otra tabla renacentista, con este tema, se conserva en el Museo de Navarra. Hay versiones en diferentes lugares del mundo.

Volviendo al retablo de Cabra, hay que resaltar que el cuadro que representa a los santos mártires es de la segunda mitad del siglo XV, mientras que el retablo de madera es de mediados del XVIII.

El tema está pintado sobre tabla, con la técnica de pintura al óleo. Según la descripción del Instituto Andaluz del Patrimonio Artístico, se trata del "interior de una habitación que muestra en primer plano, en el suelo, el cadáver de un hombre de color al que le falta una pierna. En el centro de la escena se observa una cama en la que yace un hombre con una pierna blanca y otra negra. A ambos lados aparecen los santos, vestidos con sobrepellices y tocados con birretes. En la parte superior, en el centro, entre nubes aparece la Virgen con el Niño". Mide 1,18 x 0,80 metros. En los ángulos inferiores hay dos escudos apenas visibles y una inscripción ilegible, añadidos en el año 1592.

En cuanto al retablo, se describe como una "composición adaptada al muro que remata en un medio punto ligeramente apuntado, bordeado por la parte externa con motivos ornamentales y cabezas angélicas. En la parte inferior pude verse el frontal de altar y por encima de éste el banco, decorado con recuadros de motivos de rocalla. La obra tiene un cuerpo único ligeramente ochavado, y en la parte superior, a modo de remate, se dispone una peana con la imagen de un ángel. El espacio central aloja una pintura de los titulares". Realizado en madera tallada, dorada con pan de oro. Mide 5,85 x 2,58 metros.

En cuanto al ángel que domina el conjunto, se describe como escultura de bulto redondo que "se le representa de pie y en posición frontal, con las alas explayadas y la pierna izquierda adelantada; tiene los brazos extendidos hacia adelante y ligeramente flexionados. Va ataviado con túnica talar adornada con detalles dorados, ceñida a la cintura y con el escote amplio marcado por una vuelta listada. Muestra una abertura lateral que deja al descubierto la pierna izquierda, calzada con grebas. Luce cabellera lacia apoyada en los hombros y el rostro es delicado, de aspecto aniñado, con nariz corta, boca pequeña bien dibujada, y barbilla redondeada".

El frontal, de mármol rojo de Cabra, consiste en "una pieza de estructura rectangular que se decora semejando los paños litúrgicos de altar. Presenta una banda horizontal de círculos que se prolonga en sus extremos por otras dos verticales. Por debajo de la banda horizontal hay grupos de pequeños círculos dispuestos en pirámide invertida, semejando puntas de encaje". Mide 1,05 x 2,16 metros. Un detalle muy interesante es la presencia en el mismo de un fósil de ammonites, de gran tamaño.

La fundación de esta capilla está ligada a una rama egabrense de los Fernández de Córdoba, condes de Cabra.

Seguimos la línea que traza Fernández de Bethencourt, en el tomo octavo de su Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía española, Casa Real y Grandes de España. (1897-1910), con otros documentos encontrados en archivos públicos y privados.

La historia comienza con un Pedro Fernández de Córdoba, hijo ilegítimo del primer conde de Cabra, don Diego Fernández de Córdoba y Montemayor y una vecina de Baena llamada Ana de Escamilla. Mediante su testamento, otorgado en Baena el día 16 de agosto de 1480, ante Álvar Fernández de Jaén y Juan Rodríguez de Xerez, escribanos del Rey y notarios públicos, el conde encarga las personas de don Pedro y de doña Teresa, su hermana, al Mariscal don Diego Fernández de Córdoba y Carrillo, su hijo legítimo, primogénito y sucesor, que sería después el segundo donde de Cabra, vencedor de Boabdil en la batalla de Lucena, ordenándole que: "pues, que son sus hermanos, los honrre y abrigue, y haga con ellos todo lo que pudiere en sostener sus honrras y vidas". Así consta en su testamento, del que se conserva un traslado en el Archivo Histórico de la Nobleza, de Toledo.

Su hijo, a su vez, testó en Cabra el día 8 de septiembre de 1496 ante Alfonso de Jaén, escribano público, disponiendo que "por quanto su voluntad havia sido y era de dejar una obra perpetua para que siempre le dijesen Misas por su ánima, y por las de los otros a quien tenía obligación, lo qual tenía tratado y comunicado con Pedro Fernández de Córdova, su hijo natural, vecino y natural de la Villa de Cabra, morador en la casa que dejó Diego de Uzeda, linde de la de Villacarrillo, á la Collación de San Martín, sus albaceas y testamentarios diesen al dicho su hijo de los bienes del testador hasta 2.000 reales ... para que de ellos comprase sitio en la Iglesia Mayor de Cabra y labrase una Capilla con su altar, á la advocación de San Cosme y San Damián; y para que, quando le uviessen de decir las Misas que él ordenasse, comprase los hornamentos para el sacerdote que las uviesse de decir, le mandaba las dos huertas que tenía, de que le había hecho merced y donación el Conde de Cabra su Señor y padre para sus alimentos, ... ambas huertas situadas en el término de Cabra, la una encima de la Cueva del Río, lindante con huerta de Pero Martín de Priego y huerta y olivar de Bartolomé Romero, y la otra en la senda de las Canales, lindante con el camino de Señor San Cristóbal y con el río".

También mandaba que, desde el primer año, se le dijesen 50 misas por "su ánima, la de su Señor y padre, y de su madre, y por el alma de la madre de su hijo, y demás personas á quienes tenía obligación, y las que sobrasen de 50 a la disposición del dicho su hijo", también llamado Pedro Fernández de Córdoba. al que instituye como su heredero. Pedro Fernández de Córdoba había tenido este hijo con María de Uceda, siendo los dos solteros. Vivió siempre en Cabra y fue uno de los Regidores de la Villa. Ella era hija del regidor egabrense Diego de Uceda, que fundó un vínculo para su nieto, consistente, entre otras cosas, en la casa solariega que tenía en la calle del Río de la Cueva, donde había nacido.

Según Bethencourt esta sería la residencia en el futuro de los Fernández de Córdoba, como patronos de la capilla de los Santos Cosme y Damíán. Este Pedro Fernández de Córdoba otorgó su testamento en Cabra, el día 10 de octubre de 1510, ante Pedro Sánchez de la Cruz, escribano público, mandando que su cuerpo fuera depositado "en la Iglesia de Santa María la Mayor de Cabra, en una de las cuatro sepulturas inmediatas al altar de San Cosme ya comenzado, y que luego se le enterrara en un arco de la pared en medio de la Iglesia en la nave nueva que se hacía".

Un detalle muy interesante, porque demuestra que ya se estaba haciendo el altar y que ya había comenzado la ampliación de la iglesia de la Asunción, con la nueva nave sur, linde con la calle Mayor. El altar consistía únicamente en una repisa para facilitar la celebración de la misa y un cuadro grande de los titulares, de pintura al óleo sobre tabla, que había sido del fundador.

Para el mantenimiento de la capilla, con su capellanía y altar, el testador dejaba las dos huertas citadas y nombraba patrona a Marina Rodríguez, su segunda mujer, y después de que ella falleciera, "a Antón de León su hijo menor, que era Letrado". El famoso Bachiller León. Casó dos veces. La primero con María Fernández de Atienza, con la que tuvo cinco hijos. La segunda vez con Marina Rodríguez, de la que no tuvo descendencia.

Le sucedió su hijo mayor, también llamado Pedro Fernández de Córdoba. Vecino y regidor de Cabra, como su padre, patrono de la Capilla de San Cosme y San Damián en la iglesia mayor de Santa María, para cuya dotación "mandó una casa-palomar en la Collación de San Juan, con que el Capellán tuviese cargo de rogar á Dios por su alma, y así á él tocare parte en las Misas y Sacrificios que en ella se celebrasen". Así consta en el testamento que otorgó, juntamente con su mujer, en su casa de Cabra, ante Francisco de Turels, escribano público, el día 18 de julio de 1522.
El hijo casó en Cabra con Ana de Palacios, natural de Cabra, con la que tuvo un solo descendiente, llamado Fernando, bautizado en Cabra en 1538.
Fernando de Córdoba Palacios, primero de este nombre, decide abandonar el apellido Fernández y tomar los de Córdoba y Palacios.

Una hija suya, llamada Ana como su abuela, fue bautizada en Cabra en el año 1562.

Fue también vecino, regidor y patrono de la "capilla de San Cosme y San Damián de la Iglesia Mayor de Santa María". Casó con doña Marina Fernández Tejeiro. Por su testamento, otorgado en Cabra el día 3 de mayo de 1571, ante el escribano Diego de Córdoba Montenegro, sabemos que pidió "que su cuerpo fuese enterrado en la Iglesia de Nuestra Señora Santa María, en la Capilla y enterramiento que en ella tenía y había heredado de sus padres y abuelos, que yacían allí".

Mandaba a su primogénito la mitad de las casas de su morada, nombrando herederos a sus tres hijos.

(continuará)


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