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Discurso de Don Juan Valera, por encargo de la Real Academia Española, para conmemorar el tercer centenario de la publicación del Quijote (Madrid, 1905)

26.12.16 - Escrito por: Antonio Suárez Cabello

A lo largo de este año, y con motivo del cuarto centenario de la muerte de D. Miguel de Cervantes Saavedra (1616-2016), han sido numerosas las referencias bibliográficas que hemos reseñado en nuestra sección Libro de la Semana, todas ellas pertenecientes al fondo antiguo de la Biblioteca Histórica Aguilar y Eslava y vinculadas a la máxima figura de la literatura española. También han sido múltiples las ilustraciones aparecidas los últimos meses en el Facebook de la Fundación, recogidas de los libros de la Biblioteca Histórica, que cuenta con verdaderas joyas librescas relacionadas con el "príncipe de los ingenios", algunas de ellas pertenecientes a ediciones de lujo de su inmortal novela.

Para cerrar este ciclo cervantino traemos hoy el discurso que por encargo de la Real Academia Española escribió don Juan Valera para conmemorar el tercer centenario de la publicación de El Ingenioso Hidalgo D. Quijote de la Mancha. Alocución celebrada el 8 de mayo de 1905 en sesión solemne presidida por el rey Alfonso XIII. Se trata de la última obra de Valera, que no llegó a concluir al morir unos días antes, el 18 de abril de 1905. Su lectura corrió a cargo de don Alejandro Pidal y Mon. Estamos, por tanto, ante la última pieza literaria del polígrafo egabrense dictada a su amanuense y secretario Pedro de la Gala.

Imaginamos que en el acto académico estaría muy presente, diríamos que en todo momento, el reciente fallecimiento del autor de Pepita Jiménez, por lo que la situación sería muy emotiva. Entrecortadas debieron oírse algunas palabras de la presentación del discurso de don Juan, dirigidas al Rey. El acuerdo para dar voz a la solemnidad del acto lo fue por unanimidad de todos los miembros de la RAE, al considerar a D. Juan Valera y Acalá Galiano como prestigioso literato, eminente crítico, laborioso académico y dechado de prositas españoles.

Nadie como él, reconocían, "encerraba en su fecundo seno la Academia con más títulos y mayor significación literaria para exponer, en acto tan solemne, el amor que anega todo pecho español y el entusiasmo en que se desborda al solo nombre de aquel libro en que aparece como cifrado todo el sublime contenido de la gloriosa civilización española". Notorio era para todos, y así lo subrayan, que D. Juan Valera encarna "un espíritu libre y original, adiestrado en toda clásica disciplina, identificado con el genio literario español en sus formas más acendradas y castizas, abierto a todo viento de inspiración tanto nacional como extranjera y dotado de aquella difícil facilidad en la expresión serena y llana de las más transcendentales doctrinas que se iluminaban, al pasar por los bien cortados puntos de su pluma, con la clara y apacible luz meridional que limpia sin esfuerzo y como sin querer el ambiente de todo vago y malsano linaje de brumas y de nieblas".

Emocionantes resultan los elogios recordando al ausente, que turbarían el espíritu de más de un asistente, y que traería a un primer plano su imagen: "Su saber y su erudición atesorados en su prodigiosa memoria, su vasta cultura universal acrecida en viajes y lecturas de todas las literaturas humanas, su talento crítico, sagaz, profundo y observador, su carácter modesto, pero independiente y un patriotismo tan ajeno a jactancias irreflexivas como a abdicaciones injustificadas". Esta hermosa definición es la que, reconocen, le hacía apto como quien más para trabajos como el presente".

Aunque recogemos más adelante lo que supuso para don Juan este encargo, permitiéndonos escudriñar en su correspondencia, en la presentación se alude a cómo lo percibió la Comisión: "Valera, amantísimo de la Real Academia Española, acogió su ruego con humildad y con dolor. La humildad le llevó a obedecer ciegamente. El dolor acrisoló su obediencia, porque temía en su sincera modestia que los achaques y la edad no le permitieran alzarse a toda la altura de su empeño. Temor infundado como veréis, porque el Homero de nuestra crítica, si no pudo abrir sus ojos corporales, cerrados ya para siempre al trabajo y la luz, abrió los ojos de su espíritu, y como fluyen aguas cristalinas los ocultos veneros en las montañas, fluyeron de su alma y de su corazón torrentes de prosa abrillantada y castiza, arrastrando en su generoso raudal sartas de corales y perlas que recogía con trabajo sobre el papel la diestra acelerada y tardía de su asombrado secretario".

Las palabras "asombrado secretario" han de hacer inevitablemente alusión a Pedro de la Gala, su amanuense, que quedaría indudablemente admirado, en esta ocasión como en otras, de las últimas palabras que fluyeron del alma literaria de Valera en su discurso conmemorativo del Quijote. Don Juan, debido a su ceguera y mermado en sus cualidades físicas por la edad, aunque no en las intelectuales, pasaría la última hora literaria acompañado de su secretario, un egabrense que no dejó de forma explícita ningún secreto de aquellos momentos vividos juntos al insigne egabrense.

No se obvió relatar el que apenas faltaba nada para terminar su discurso "cuando la muerte le puso el sello de la inmortalidad, ahogando en la propia garganta del cisne los últimos ecos de su canto, sin duda para que quedase sin concluir como casi todo lo grande sobre la tierra". Impresionantes palabras que turbarían al auditorio, a las cuales se añaden estas otras: "la voz de Valera muerto es el testamento literario del representante por estudio y por tradición de la España antigua y por origen, independencia y emancipación de la España moderna, que en los dinteles mismos de la Eternidad y reclinado ya sobre los bordes de su tumba trasmite a la España del porvenir el secreto de la belleza literaria y artística".

Finalizaba la intervención, antes de la lectura del discurso de Valera por Alejandro Pidal y Mon, con el siguiente ruego: "Escuchemos, pues, atentos y respetuosos su voz, que resuena ya como bajada de lo alto, sobre lo que constituye hoy por hoy el más preciado blasón de nuestro abolengo literario, forjado por la diestra del héroe y del Genio español a quien llamamos El Manco de Lepanto, por haber sacrificado una mano en los altares de la Patria en la más alta ocasión que vieron y que verán los siglos, y donde se preservó incólume por un prodigio de la Providencia la otra, sin duda para que nos señalase con ambas las dos sendas de la inmortalidad que conducen al templo de la gloria, donde tan alto dejó escrito con su propia sangre y su luz el inmarcesible nombre de España".

En el inicio de la disertación del discurso académico, Valera señala el acuerdo de la RAE tomado en junta ordinaria el 12 de enero, y del que el destinatario muestra la gratitud por la confianza, a la que no supo excusarse a pesar de lo que suponía el cumplirla y salir airoso de la misma. Hablaba de sus débiles fuerzas, abatidas y menguadas por la vejez.

Transcribimos el último párrafo dictado a su secretario antes de que la mano de la Parca cortara el hilo de su discurso y de su vida: "Supongamos que Cervantes notó y deploró muchos males que había en su época, los censuró con tanta acritud como disimulo y se propuso ponerles eficaz remedio cifrando la receta para su curación en el más enmarañado logogrifo. Como nadie entendió bien el logogrifo, nadie tampoco pudo valerse de la virtud terapéutica que en logogrifo se escondía, ni curar por medio de ella, ni reformar ni mejorar a los hombres".

En el fondo bibliográfico contamos con dicho texto en dos publicaciones: una corresponde a las obras completas editadas por su hija, Carmen Valera, en 1905; la otra es una edición facsímile divulgada por el Ayuntamiento de Cabra en 2003, que cuenta con una interesante presentación de Matilde Valera sobre el texto valeriano y el mundo cervantino de don Juan. El discurso es fácil de localizar en la red y disfrutarlo con su lectura.

En las últimas cartas de Valera se alude en más de una ocasión a este encargo de la Academia. Escribe a Marcelino Menéndez Pelayo: "Mi discurso, aunque no sea bueno, será razonable y juicioso. No quiero que mi pariente Casa-Valencia le lea, porque entonces no parecerá ni juicioso, ni razonable. En vez de divertir a los oyentes, tendrá que aburrirlos. Para evitar tamaña desventura y para que mi discurso tenga algún realce, merced a la habilidad que muestre quien le lea y a la intención que le preste a leerle, aspiro yo a que sea usted quien haga la lectura. ¿Quiere usted complacerme y favorecerme en esto? Muchísimo se lo agradeceré" (Febrero, 1905). Sabemos que a finales del aludido mes don Marcelino visitó a don Juan, pero desconocemos las circunstancias para que al final leyese el discurso Alejandro Pidal y Mon.

Otra epístola que habla del encargo de la Academia Española es la dirigida a Jules de Greindl, datada en marzo: "Dios me saque con bien de tan alto empeño, del que recelo no salir airoso, al verme tan ciego, tan premioso y tan abatido como estoy". En esta época de su vida Valera se quejaba de que Pedro de la Gala andaba ocupadísimo desempeñando su empleo en Gobernación y no podía estar a su lado, asistirle y leerle.

Para el próximo año 2017 esta sección de Libro de la Semana, iniciada en los últimos meses de 2013 y de la que hemos sido desde entonces fieles a la cita cada siete días, pasará a denominarse Libro del Mes, al objeto de disponer más tiempo para la investigación y también porque iniciaremos una nueva andadura dando a conocer el Archivo Histórico de la Fundación, creando para ello el espacio Documento del Mes.

BIBLIOTECA HISTÓRICA AGUILAR Y ESLAVA
Libro de la Semana:

Valera, Juan (1824-1905)

Discurso que por encargo de la Real Academia Española escribió el Sr. D. Juan Valera para conmemorar el tercer centenario de la publicación de el El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha / leído por el Sr. D. Alejandro Pidal y Món en la sesión celebrada el día 8 de mayo de 1905.-- Madrid : [s.n.], 1905 (tip. de la Rev. de archivos, bibl. y mus.)

37 p. ; 27,00 x 18,00 cm
En las obras completas de Valera, editadas por Carmen Valera (1905).
En facsímile del Ilmo. Ayuntamiento de Cabra (2003) con presentación de Matilde Galera.

Materia/género:
Cervantes Saavedra, Miguel de (1547 - 1616). Don Quijote de la Mancha. Crítica e interpretación.
Otros responsables:
Pidal y Mon, Alejandro (1846-1913).
Lugar: España -- Madrid

Sig. Top.: A.J.V.3 a y b.

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