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PRIMUS CALAMI:
RETÓRICA VISUAL Y SABER BARROCO DE JUAN CARAMUEL
09.05.25 - Escrito por: Aioze R. Trujillo-Mederos / Biblioteca histórica Aguilar y Eslava
Hoy presentamos una de las joyas bibliográficas conservadas en el Centro de Estudios Vargas y Alcalde (CEVYA): el enigmático Primus Calami (1654), del polímata barroco Juan Caramuel Lobkowitz.
Este libro singular formaba parte de la biblioteca del Real Colegio de Cabra y se utilizaba, o se adaptaba, en la enseñanza barroca como una herramienta pedagógica visual, mnemotécnica y lógica. Su finalidad era formar a los alumnos en las artes liberales (gramática, lógica y retórica) dentro de un marco escolástico y religioso. Por ello encajaba perfectamente con el ideal educativo de la época, especialmente el jesuita, que cultivaba el Ars memoriae (arte de la memoria), el Ars rhetorica (composición formal) y el Ars combinatoria (orden del pensamiento).
Antes de sumergirnos en una de sus extraordinarias láminas -verdaderos acertijos intelectuales- conviene recordar brevemente a su autor. Juan Caramuel Lobkowitz (1606 - 1682), nacido en Madrid, fue monje cisterciense, teólogo, matemático, filósofo, lógico, lingüista, poeta, arquitecto y diplomático. Con más de 260 obras impresas, se le considera uno de los pensadores más prolíficos y brillantes del Siglo de Oro. Fue un auténtico homo barrocus, dispuesto a abarcar todos los saberes y a entrelazarlos bajo el brillo de la elocuencia y el símbolo. Entre sus muchas obras, Primus Calamidestaca por su originalidad: no es un tratado narrativo ni doctrinal, sino un experimento visual, retórico y tipográfico, en el que letras, signos, jeroglíficos y dispositivos combinatorios se convierten en formas de pensar.
En este libro, Caramuel busca renovar las artes del lenguaje, la predicación y el pensamiento, utilizando recursos tomados de la tradición escolástica, la emblemática jesuítica, la geometría y el arte combinatoria de Ramón Llull. El lector no solo lee: descifra, contempla, medita. La obra exige agudeza, paciencia y sensibilidad simbólica. Así, Primus Calami se convierte en un verdadero laboratorio de retórica visual barroca, donde la forma es tan significativa como el contenido. En sus láminas (cuadrículas, árboles lógicos, jeroglíficos geométricos o laberintos léxicos) no hay decoración gratuita: cada estructura expresa una visión del conocimiento como espectáculo, misterio y arquitectura del alma.
Leer hoy a Caramuel es asomarse al Barroco más radical, aquel que busca la verdad a través del símbolo, sin temer a la complejidad ni al exceso.
Caramuel y la enseñanza barroca: retórica visual y saber estructurado.
Caramuel no diseñó sus láminas como un simple juego gráfico. Para él, leer y contemplar era ya un acto de reflexión. Estas estructuras visuales, presentes en obras teológicas, retóricas o lógicas, eran auténticas herramientas didácticas, utilizadas especialmente en colegios regidos por órdenes como los jesuitas o los dominicos. Formado en varios centros europeos, absorbió esta tradición educativa y la llevó al extremo, conjugando geometría, símbolo y pensamiento.
¿Pero cómo se estudiaba una obra tan compleja en el Real Colegio de Cabra?
La respuesta es sencilla: los tiempos han cambiado. En el siglo XVII, la pedagogía barroca concedía una importancia central a la memoria, la lógica formal y la retórica visual; en definitiva, a pensar con método y profundidad. Las láminas caramuelianas respondían plenamente a ese ideal educativo, y su complejidad era precisamente lo que las hacía valiosas.
Se utilizaban como resúmenes mnemotécnicos que ayudaban a exponer oralmente contenidos teológicos o filosóficos; ofrecían una meditación estructurada, guiando la reflexión ordenada sobre temas abstractos; suponían verdaderos desafíos intelectuales, en los que el estudiante debía interpretar símbolos, establecer relaciones y formular conclusiones; y, finalmente, funcionaban como modelos creativos, pues se animaba a los alumnos a componer sus propios diagramas del saber siguiendo el ejemplo del maestro.
El cilindro combinatorio: poesía visual y reflexión teológica
De entre sus muchas láminas, traemos hoy una de sus célebres tabulae combinatorias, un tipo de diagrama mnemotécnico cargado de simbolismo y diseño lógico. En este caso, se trata de un cilindro visual, característico de sus obras. Lo presentamos aquí por su relativa sencillez, en comparación con otras tablas más encriptadas y densamente simbólicas.
Frente a la complejidad de otras composiciones, este cilindro permite una lectura más directa, sin perder por ello la profundidad simbólica ni el espíritu combinatorio que define al pensamiento barroco.
Si bien es cierto que la lámina incluye otros elementos -como un conjunto de figuras numeradas del II al X, donde se organizan las letras A, B, C y D en disposiciones geométricas- nos centraremos exclusivamente en el cilindro, tanto por su claridad estructural como por su valor pedagógico.
Una matriz de luz: combinaciones y lectura
El cilindro presenta un rótulo con cuatro versos latinos dispuestos en una estructura cuadriculada:
Lucifer
terris
referunt
colores
Phosphor
mundo
renovat
favissas
Lucidus
coelo
reparat
triumphos
Aureus
orbis
refovet
trophaea
Cada línea está compuesta por cuatro elementos: un epíteto luminoso, un ámbito cósmico, un verbo de acción y un objeto directo. En conjunto, conforman una matriz 4×4, típica del pensamiento combinatorio de tradición luliana, que permite hasta 256 combinaciones distintas (4 × 4 × 4 × 4). Una auténtica máquina poética barroca.
Matriz completa:
Línea
Sujeto
Complemento
Verbo
Objeto
1
Lucifer (portador de luz)
terris (a las tierras)
referunt (devuelven)
colores (colores)
2
Phosphor (lucero del alba)
mundo (al mundo)
renovat (renueva)
favissas (santuarios)
3
Lucidus (luminoso)
coelo (al cielo)
reparat (repara)
triumphos (triunfos)
4
Aureus (dorado)
orbis (orbe)
refovet (reconforta)
trophaea (trofeos)
Nota: Favissae eran criptas subterráneas romanas donde se guardaban objetos sagrados. Aquí puede leerse simbólicamente como "santuarios del alma o de la Iglesia".
¿Cómo funcionaba el cilindro?
Se piensa que el cilindro podía girarse manual o mentalmente, generando versos mediante distintos recorridos combinatorios. Esta flexibilidad ofrecía múltiples lecturas posibles y convertía el dispositivo en una auténtica máquina de meditación poética y teológica. Al menos existían tres formas principales de combinación:
Versos horizontales: tomando una línea completa.
Versos verticales: seleccionando una palabra de cada línea en la misma columna.
Versos cruzados: combinaciones libres, eligiendo una palabra por columna en distinto orden.
Ejemplos:
Lucifer terris referunt colores - Lucifer devuelve los colores a las tierras
Lucifer mundo reparat trophaea - Lucifer repara los trofeos del mundo
Aureus coelo renovat colores - El dorado renueva los colores del cielo
Phosphor terris referunt triumphos - Phosphor devuelve los triunfos a las tierras
Lucidus orbis refovet favissas - El luminoso reconforta los santuarios del orbe
La escena escolástica
Una vez compuesta una de estas frases, el rector podía interpelar a un alumno en clase para que interpretara su sentido teológico. Por ejemplo:
-Explique, según los principios del pensamiento escolástico, el significado de: Lucifer mundo reparat trophaea.
Y el estudiante, si era docto, respondería:
"Reverendo maestro, humildemente respondo: el verso significa "Lucifer repara los trofeos del mundo". Aquí Lucifer no designa al ángel caído, sino al portador de luz, figura del Verbo divino, como enseña san Pedro (2 Pe 1,19): donec dies elucescat, et lucifer oriatur in cordibus vestris. El mundo no se entiende como lugar de perdición, sino como teatro de la redención. Reparat implica restaurar lo perdido: Cristo devuelve lo que el pecado había arrebatado. Trophaea son los emblemas de la victoria espiritual: la fe, la gracia, la salvación."
"Así lo entiendo y así lo expongo; si en algo he errado, con gusto corregiré a la luz de vuestra doctrina."
El cilindro combinatorio de Caramuel no es solo una rareza tipográfica ni un juego de ingenio visual: es un instrumento de pensamiento, un testimonio del afán barroco por estructurar el saber, expresar lo inefable mediante formas visiblesy ejercitar la inteligencia a través de la belleza, el orden y la contemplación.
En próximas entregas, continuaremos explorando el fascinante universo visual de Primus Calami y otras obras de Caramuel, adentrándonos en nuevas láminas, aún más complejas, donde la geometría, el símbolo y la palabra se entrelazan para construir una verdadera teología del intelecto y del ojo.
Porque en el Barroco, pensar era también mirar, y mirar, una forma elevada de comprender.
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